lunes, 11 de junio de 2018

Ante la envidia y la malicia: confesarse

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (ver Marcos 3: 20-35) nos muestra dos tipos de incomprensiones que Jesús tuvo que enfrentar: el de los escribas y el de su propia familia.

La primera incomprensión. Los escribas eran hombres instruidos en las Sagradas Escrituras y encargados de explicarlas al pueblo. A algunos de ellos los enviaban desde Jerusalén a Galilea, donde la fama de Jesús comenzaba a difundirse, para desacreditar al Señor ante los ojos de la gente: para propagar puras habladurías, desacreditar al otro y quitarle la autoridad, esta mala cosa. Y habían sido enviados para hacer esto. Y estos escribas vienen con acusación precisa y terrible – estos no escatiman medios, van directos y dicen así: “Está poseído por Beelzebul, y expulsa los demonios por el poder del jefe de los demonios” (v. 22). Es decir, la cabeza de los demonios es el que lo expulsa; lo cual es equivalente a decir más o menos: “Este es un endemoniado”. De hecho, Jesús sanó a muchas personas enfermas, y quieren hacer creer que él no lo hace con el Espíritu de Dios, como lo hizo Jesús, sino con el del Maligno, con el poder del diablo. Jesús reacciona con palabras fuertes y claras, no tolera esto, porque los escribas, tal vez sin darse cuenta, están cayendo en el mayor pecado: negar y blasfemar el Amor de Dios que está presente y obra en Jesús. Y la blasfemia, el pecado en contra. del Espíritu Santo, es el único pecado imperdonable, dice Jesús, porque parte de una cerrazón del corazón a la misericordia de Dios que actúa en Jesús.

Pero este episodio contiene una advertencia que nos sirve a todos. De hecho, puede suceder que una envidia fuerte por la bondad y por las buenas obras de una persona pueda llevar a acusarla falsamente y aquí hay un verdadero veneno mortal: la malicia con la que, de forma premeditada, uno quiere destruir la buena reputación del otro. Dios nos libre de esta terrible tentación. Si examinando nuestra conciencia descubrimos que esta mala hierba ha germinado dentro de nosotros, debemos ir rápidamente a confesarlo en el sacramento de la Penitencia, antes de que se desarrolle y produzca sus efectos malignos. Estad atentos, porque esta actitud destruye las familias, las amistades, las comunidad y, por último, la sociedad.

El Evangelio de hoy también nos habla de otra incomprensión, muy diferente, hacia Jesús: la de sus familiares. Ellos estaban preocupados porque su nueva vida itinerante les parecía una locura (ver el versículo 21). De hecho, se mostraba tan disponible para las personas, especialmente para los enfermos y pecadores, a tal punto de que ya ni siquiera tenía tiempo para comer. Jesús era así: primero, la gente; servir a la gente, curar a la gente, ayudar a la gente, enseñar a la gente y no tenía tiempo ni para comer. Él estaba para la gente. Él ni siquiera tenía tiempo para comer. Sus familiares, por lo tanto, deciden llevarlo de vuelta a Nazareth, a casa. Llegaron al lugar donde Jesús estaba predicando y lo mandan llamar. Entonces le dicen: ‘Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan’ (v. 32). Él les responde: ‘¿Quién es mi madre y mis hermanos?’, y mirando a las personas que estaban a su alrededor para escucharlo, añadió: ‘¡Estos son mi madre y mis hermanos! Porque el que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre’ (versículos 33-34). Jesús ha formado una nueva familia, que ya no se basa en vínculos naturales, sino en la fe en él, en su amor que nos acoge y nos une entre nosotros, en el Espíritu Santo. Todos los que aceptan la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre sí. Acoger la palabra de Jesús nos hace hermanos entre nosotros, nos hace familia de Jesús. Hablar mal de los otros, destruir la fama de los demás, nos hace familia del diablo.

Aquella respuesta de Jesús no es una falta de respeto por su madre y sus familiares. De hecho, para María es el reconocimiento más grande, porque precisamente ella es la perfecta discípula que ha obedecido en todo a la voluntad de Dios. Que la Virgen Madre nos ayude a vivir siempre en comunión con Jesús, reconociendo la obra del Espíritu Santo que actúa en Él y en la Iglesia, regenerando el mundo a una nueva vida.

El Santo Padre en español
Queridos hermanos y hermanas:

Deseo nuevamente transmitir al amado pueblo coreano un pensamiento particular de amistad en la oración. Que el diálogo que tendrá lugar en los próximos días en Singapur pueda contribuir al desarrollo de un camino positivo que garantice un futuro de paz para la península coreana y para el mundo entero. Para esto rezamos al Señor. Todos juntos rezamos a la Virgen, Reina de Corea, para que acompañe este diálogo. Ave María….

Hoy, en Agen, Francia, es proclamada la Beata sor María de la Concepción, llamada Adelaide de Batz de Trenquelléon. Vivió entre los siglos XVIII y XIX, fundó las Hijas de María Inmaculada, llamadas marianistas. Alabamos al Señor por su hija que ha consagrado la vida a Él y al servicio de los hermanos. Un aplauso a la nuevo Beata, un aplauso.

Os saludo a todos ustedes, queridos romanos y peregrinos: grupos parroquiales, familias, asociaciones. En particular, saludo a los fieles que vienen de España: de Murcia, Pamplona y Logroño. Y de Italia los de Nápoles, los jóvenes de Mestrino y el grupo de deportes de montaña de Legnago.

Os deseo un feliz domingo. Y por favor, no os olvides de rezar por mí. ¡Una buena comida y hasta pronto!

Francisco

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