Marcos 11, 30
Tras haber entrado en Jerusalén en medio de una multitud jubilosa que extendía sus mantos y palmas a su paso alabando a Dios, Jesús llegó al templo y expulsó a los cambistas de monedas y comerciantes de palomas, provocando la ira de los jefes de los sacerdotes y los escribas (Marcos 11, 15-19), que lo interpelaron airados: “Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te dio la autoridad para hacerlo?”
Esta reacción era, al parecer, perfectamente lógica para los religiosos y los dirigentes. Después de todo, si alguien viniera en medio de nosotros realizando milagros y haciendo cosas sorprendentes, ¿acaso no querríamos saber quién era y con qué autoridad actuaba y hablaba? Pero los escribas y fariseos no hicieron la pregunta para descubrir sinceramente la verdad, sino para tratar de sorprender a Jesús en el “error” de decir públicamente que su autoridad venía de Dios, lo cual les daría motivo para acusarlo de blasfemia.
Las palabras y milagros de Jesús demostraban que él era efectivamente el Mesías prometido, pero sólo su resurrección fue la prueba definitiva que convenció a sus discípulos y les hizo creer en su verdadera identidad y en su autoridad para actuar y enseñar. Desafortunadamente, ni así creen algunos y persisten en rechazarlo.
¡Qué fácil es sentirse confundido, como algunos de los escribas y fariseos, cuando no creemos en Jesús! Dios ansía revelarse a su pueblo y darle a conocer su voluntad; tanto es así que incluso envió al Espíritu Santo a enseñarnos a reconocer a su Hijo. Entonces, ¿por qué no creer y aceptar el plan del Padre y aceptar a Cristo Jesús?
Las cuatro prácticas siguientes son útiles para crecer en la fe y el amor: Dedicar al menos diez minutos al día a la oración y la alabanza, y a darle gracias al Señor por su amor, su protección y su providencia. Hacerse un examen diario de conciencia y arrepentirse de los pecados cometidos por falta de fe y confianza en Dios. Pedirle al Espíritu Santo que nos enseñe las verdades de Dios y leer la Escritura durante diez minutos o más al día. Además, conviene leer libros espirituales y participar en la vida sacramental y comunitaria de la parroquia.
“Amado Jesús, te doy gloria y alabanzas por tu bondad. Quiero entregarte mi vida y llenarme de tu gracia, para ser un buen testigo de tu amor y tu misericordia.”
Judas 17. 20-25
Salmo 63(62), 2-6
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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