martes, 12 de junio de 2018

Meditación: Mateo 5, 13-16

Ustedes son la sal de la tierra. 
Mateo 5, 13

Un día un cristiano se acercó al ministro pentecostal David DuPlessis para manifestarle su impresión de que la gente ya no parecía tener sed de Dios. A DuPlessis no lo perturbó este comentario y le respondió: “No es que las personas no tengan suficiente sed. Es que nosotros no estamos siendo sal de la tierra.” Esta respuesta puede haber denotado una actitud defensiva, pero la podemos analizar desde otro ángulo. En vez de pensar en lo bajo que es nuestro grado de “salinidad”, averigüemos cómo podemos aumentarlo cada vez más.

Primero, piensa en qué cualidades te parecen más atractivas en las personas. Algunas aptitudes que se nos pueden venir a la mente son la bondad, la alegría, la prolijidad o el don de servicio, etc. ¿No es cierto que cuando ves a personas que demuestran estas cualidades, te parecen atractivas e interesantes? Tal vez quieras aprender a imitarlas, ya que después de todo, esos mismos rasgos pueden hacer de ti una persona más atractiva también. Como puedes apreciar, no se trata sólo de ser devotos o respetuosos. Se trata de acercarse a los demás con una preocupación genuina y comprensión; se trata de ofrecer ayuda cuando alguien tiene un problema; acompañar a alguien cuando atraviesa tiempos difíciles sin esperar nada a cambio ni que se nos exprese agradecimiento. Estas acciones nos ayudan a poner en el primer lugar el amor de Cristo y el fruto del Espíritu. Además, son prueba de que no estamos intentando imponer nuestra fe a nadie; simplemente procuramos amar y servir como Jesús ama y sirve.

Hay un refrán que dice que se cazan más moscas con miel que con vinagre. Este principio se puede aplicar especialmente a nuestra meta de “cazar” personas para Cristo. Es más sencillo compartir la buena noticia de la salvación con una sonrisa y un saludo fraterno que con el ceño fruncido y un dedo acusador.

Por eso, hermano, te invitamos a ser sal. En muchos casos ni siquiera necesitarás hablar mucho. Simplemente sé como Cristo en la forma en que tratas a cuantos te rodean y a quienes encuentras por el camino. Así, las personas se sentirán atraídas hacia ti. Luego puedes encaminarlas hacia Jesús, el Único que puede satisfacer el hambre y la sed en la vida de todos.
“Gracias, Señor mío Jesucristo, por pedirme que sea luz del mundo y sal de la tierra. Ayúdame a tratar a todos con bondad, respeto y amor para que tengan sed de ti, el agua viva.”
1 Reyes 17, 7-16
Salmo 4, 2-5. 7-8
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario