"Yo sé muy bien que se requiere una gracia misericordiosa de Dios de dimensiones extraordinarias para salvarnos y llamarnos una vez más. Sé también que Dios desea que imploremos, presentemos como un sacrificio y creemos esta inclinación suya hacia nosotros. En esto consiste la misión y responsabilidad de los pocos de nosotros que todavía lo saben.
Dios no niega su gracia a quien hace lo que de él depende: esta ley de misericordia es nuestra salvación. Pero capacitar al hombre para este querer hacer lo que de él depende es la tarea más urgente; más urgente aun que cualquier anuncio del misterio medular, que nadie puede comprender antes de ponerse a la escucha y permitir libremente que se le dirija la palabra.
Por eso, puede suceder que este establo de nuestra vida, estos escombros y harapos, estas crueles y heladas tormentas del destino se transformen en el lugar y la hora de una nueva Noche Buena, de un nuevo nacimiento del Dios de la Navidad, que busca al hombre y quiere su salvación. No tiene por qué asustarnos la noche ni agotarnos la miseria. Seguiremos siempre en espera vigilante y llamando hasta que aparezca la estrella".
Alfred Delp.
Escritos desde la prisión.
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