Ven a imponerle las manos para que se cure y viva. (Marcos 5, 23)
¡Qué compasivo es Jesús! Cuando Jairo le pidió que fuera a imponer las manos sobre su hijita para curarla, Cristo respondió de inmediato, lo cual resulta más sorprendente aún al considerar que sus relaciones con los jefes religiosos de la época eran conflictivas.
Pero no iba a dejar que nada le impidiera ir a curar a la niña. Ni el mensaje desalentador que llegó ni la burla de los incrédulos; lo único que lo atrasó fue la fe de otra mujer. ¡Tan lleno de la misericordia de Dios estaba Jesús que inadvertidamente curó a otra persona mientras se dirigía a sanar a la niña! ¿Te das cuenta de la bondad del Señor? Él quiere que sepamos sin la menor duda que vino a concedernos su misericordia.
A veces nos cuesta creer que Jesús sea tan bueno y compasivo con nosotros; pero a quien el Señor quiere tocar y sanar es precisamente a la persona más humilde, la que más sufre, la que tiene la angustia más grande, la que se siente menos digna de su amor. Pero Cristo no quiere que nos acerquemos con timidez, cualquiera sea la necesidad que tengamos. Frente a nuestras dudas acerca de su amor y nuestros sentimientos de indignidad, Cristo nos dice lo mismo que a Jairo: “No tengas miedo; cree solamente” (Marcos 5, 36). Esta necesidad de confiar en Dios fue parte de lo que Jesús le explicó a Santa Faustina Kowalska, porque el Señor quiere tener misericordia y compasión de todos, para que todos digamos con plena confianza, “Jesús, en ti confío.”
¿Cuál es tu necesidad más grande de hoy? ¿Dudas de presentársela a Jesús? Confía en él, porque Cristo es bueno y compasivo, y te quiere a ti mucho más de lo que tú puedes comprender. Anima a tus seres queridos a confiar en Dios y entregarse en sus manos. Conforme conozcas mejor a Cristo Jesús verás y comprenderás que él fue de verdad enviado por Dios Padre para cumplir una gran misión de misericordia. La persona misma de Cristo es la misericordia y la compasión de Dios que está presente en medio de su pueblo.
“Jesús, Señor y Salvador mío, te alabo y te doy gracias por tu inmensa misericordia y tu tierno amor. Señor, en ti confío, porque tú eres el Buen Pastor. Ven, Señor, y cura hoy todas mis heridas. Gracias, Dios mío.”
Hebreos 12, 1-4
Salmo 22, 26-28. 30-32
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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