lunes, 11 de febrero de 2019

Meditación: Marcos 6, 53-56

Cuantos lo tocaban, quedaban curados.
Marcos 6, 56

¡Cuánto anhela Jesús tocar el corazón de su pueblo y salvarlo! Podemos imaginarnos que cuando Jesús llegaba a una ciudad, la gente lo reconocía y pronto lo rodeaban multitudes que querían ser curados. Ellos “le suplicaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto, y cuantos lo tocaban quedaban sanos” (Marcos 6, 56). La gente sabía que Jesús los podía curar.

Los enfermos que eran tocados por Jesús sanaban, lo mismo que sucedió en el relato de la mujer que sanó de su hemorragia cuando tocó el manto de Jesús. Cuando fue descubierta, tuvo que admitir que lo había hecho y Jesús le dijo que su fe la había salvado (Marcos 5, 34).

Cristo vino a librar al ser humano de todos los males, por eso las curaciones físicas deben entenderse en el contexto de que el Señor quiere salvar a todo el pueblo. Esto queda claramente en evidencia cuando se considera el mensaje del evangelio en su totalidad. El ministerio de Jesús está centrado en su pasión y su muerte en la cruz, donde él, por amor, se entregó para salvarnos. La salvación para todos los que creen es la obra más sublime de Cristo, y las muchas curaciones físicas que hizo en su ministerio fueron señales de esa salvación.

Lo importante es que cualquiera que sea la forma en que Jesús actúe en nuestra vida, siempre hemos de acudir a su lado como las multitudes de Genesaret, pidiéndole que nos cure y nos salve tal como sanó a los enfermos que buscaban su toque sanador. Tenemos que reconocer nuestra necesidad y acudir a él para recibir la salud completa. Si lo buscamos con humildad, Jesús actuará poderosamente en nuestra vida porque su toque es el que cura y salva.

A veces podemos pensar que no queremos “molestar” al Señor con nuestras necesidades, o que él ya sabe lo que necesitamos. Pero si nos analizamos íntimamente en el corazón, reconoceremos que estas actitudes denotan falta de fe en Jesús y falta de confianza en que él nos ama y desea salvarnos. Veamos las muchas veces que nos pide que perseveremos (Lucas 18, 2-8), que pidamos, que busquemos y que llamemos a la puerta (Lucas 11, 9).
“Señor y Dios nuestro, sabemos que tú eres nuestro Sanador y Salvador. Ven, Señor, y tócanos el corazón; muéstranos tu deseo de salvarnos, porque tenemos la mirada fija en ti.”
Génesis 1, 1-19
Salmo 104, 1-2. 5-6. 10. 12. 24. 35
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario