martes, 12 de febrero de 2019

Meditación: Marcos 7, 1-13

Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
(Marcos 7, 6)

“Queremos obras y no palabras.” Esto es algo que comúnmente se dice para confrontar a alguien que se jacta de sus realizaciones, especialmente si no las ha demostrado con pruebas concretas. Si la escena del Evangelio entre Jesús y los fariseos volviera a suceder el día de hoy, bien podía Jesús haberles dicho lo mismo a sus detractores. Estos fariseos conocían bien todas las reglas y normas para ser buenos judíos, pero no llegaban a ponerlas en práctica en el diario vivir de una manera que complaciera a Dios. Se preocupaban tanto de mantener limpios los vasos y vasijas que usaban que no se percataban de que Dios quería que también purificaran su corazón y se arrepintieran de sus faltas.

Para hacerles ver esta situación, Jesús mencionó que algunos judíos buscaban ciertos detalles de la ley para disculparse de tener que cuidar a sus padres ancianos. ¿Cuántas veces hemos caído nosotros en la misma trampa? ¿Tal vez hemos criticado a nuestros propios padres en silencio por tener hábitos que nos molestan? Posiblemente por eso no les hemos demostrado el amor ni el respeto que ellos merecen. El amor, en su esencia misma, pasa por alto las imperfecciones de los demás, para que nuestro hogar sea una morada digna del Espíritu de Cristo, donde todos se sientan amados y apreciados.

Así pues, te invitamos hoy a que pongas en práctica lo que te dicta la fe. Si dices que amas a Cristo, no dejes de reservar un tiempo de tranquilidad, libre de interrupciones, para dedicarte a orar y darle la alabanza y el honor que merece el Señor. Si dices que eres empresario, profesional o trabajador cristiano, no dejes de tratar a tus empleados, subalternos o compañeros con respeto y dignidad. Si dices que amas a tu familia, busca una manera de demostrarles tu amor en la práctica, especialmente si has tenido diferencias con alguno de tus seres queridos. No seas como uno de esos fariseos, que honraban a Dios con los labios, pero que tenían el corazón lejos de él. ¡Que la autenticidad de lo que decimos se demuestre claramente en lo que hacemos! De esta forma complaceremos a Dios y también a nuestros semejantes.
“Jesús mío, hoy quiero empezar a hablar, pensar y actuar según lo que sinceramente creo. Ayúdame a respetar a mis padres y tratar a toda mi familia, con amabilidad y buen ánimo, te lo ruego Señor.”
Génesis 1, 20—2, 4
Salmo 8, 4-9

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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