Evangelio según San Marcos 6,7-13.
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero;
que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir.
Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos".
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión;
expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
RESONAR DE LA PALABRA
¡Hermanas y hermanos! ¡Paz y bien!
Las pocas palabras del Evangelio son un guía misionero del cristiano, es decir, un guía para que los enviados no se olviden de reproducir y reflejar el rostro de quien los envía. Si volvemos al comienzo del Evangelio de Marcos, veremos como se presenta el itinerario de los Doce apóstoles: son llamados por Jesús uno a uno, donde se encontraban, independiente del rol que desarrollaban en su contexto social (Mc 1,1-20; 2,14); después, fueron constituidos comunitariamente para que “convivieran con él» (3,14); ahora son enviados dos en dos (6,7).
Estos son los pasos para vivir la vocación apostólica: de la dispersión al seguimiento; del seguimiento a la comunión de vida con Jesús; de la comunión con Él a la misión. Lo que percibimos en el envío que Jesús hace es que asocia sus discípulos plenamente a su misión, haciendo partícipes de su vida y de lo que Él anuncia. Al mirar el contenido del envío, es interesante que el énfasis está más en lo que los discípulos deben ser que en lo que deben decir. Si la Palabra de Dios tiene su propio dinamismo, el testimonio, por su parte, depende de nosotros. Decía San Ignacio de Antioquía: “Es mejor ser cristiano sin decirlo que proclamarlo sin serlo».
Lamentablemente, muchos encargados de anunciar el Evangelio se han apropiado de él, olvidándose que todos somos ministros de la Palabra, no los dueños de lo que anunciamos. A nosotros nos toca cuidar que esta Palabra no deje de ser anunciada, proclamada y testimoniada, como nos propuso al comienzo de su pontificado el Papa Francisco: «la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción» (EG 15).
Nuestro hermano en la fe,
Eguione Nogueira, cmf
No hay comentarios:
Publicar un comentario