Cuando una persona tiene una inspiración o es movida a una actividad, hay un poder básico que actúa en ella. Puede ser
- La persona misma: impulsos, deseos, esperanzas, temores, diversidad de sentimientos que mueven a esa actividad.
- Dios: Él quiere hablar y guiar al hombre a través de modos diversos para que llegue a conocer su voluntad.
- El mal espíritu, el Maligno que pretende confundir, dañar, destruir. Este Espíritu del Mal actúa en nosotros a través del mundo y la carne.
"El discernimiento es la capacidad de penetrar a través de las apariencias exteriores para descubrir en el fondo si el origen de una moción es de Dios, del hombre con sus impulsos naturales, o del mal"
El objetivo del discernimiento es descubrir la voluntad de Dios concreta en mi vida en una circunstancia determinada.
El discernimiento es una experiencia espiritual que pertenece a la práctica misma del seguimiento de Jesús y que ha de acompañar y dictar nuestras opciones y nuestro talante cristiano aún en los asuntos más pequeños de nuestra vida y de nuestro trabajo. En ninguna cosa por minúscula que sea podemos escapar de preguntarnos qué le agrada al Señor, y en todas ellas podemos esperar que Él nos dé a sentir su voluntad"
Longitud de onda
El discernimiento es semejante a la experiencia del que escucha la radio: trata de oír claramente la voz y da vuelta al botón, pro siempre encuentra interferencias, sonidos que le impiden escuchar con nitidez, hasta que acierta con la longitud de onda correcta. En el discernimiento, para dar con la longitud de onda que permita una audición clara, es preciso ajustar el mando según el Señor.
Toda vida espiritual : encuentro de dos voluntades
La vida espiritual se reduce a "cumplir en todo la voluntad de Dios".
Esta voluntad de Dios no siempre se nos presenta clara. Hay realidades que no varían en su esencia (cumplir mis deberes de estado) pero pueden variar en su modo. Hoy Dios nos puede pedir una cosa, un compromiso, un trabajo apostólico... y dentro de un año otra. Y existe el peligro de variar en función de nosotros -pereza, activismo, deseos humanos...- y no porque sea voluntad de Dios.
Para realizar la voluntad de Dios tenemos que tomar decisiones, actuar de una u otra manera y es muy importante asegurarnos de que esas decisiones son las que Dios quiere.
La vida espiritual es el encuentro de dos voluntades: la de Dios y la nuestra, que acata y realiza la Suya en obediencia y amor.
La trascendencia del discernimiento es muy grande. Nos jugamos realizar o no la voluntad de Dios. La Palabra de Dios nos advierte de ello:
- 1 Jn 4,1 " No os fiéis de cualquier espíritu..."
- Prov 16, 19 "Hay camino que le parece al hombre muy derecho"
- 1 Tes 5, 21 "No apaguéis el Espíritu, pero examinadlo todo y quedaos con lo bueno"
Sin embargo, aunque esta realidad espiritual del discernimiento es central en la vida cristiana, constatamos que muchos cristianos "entregados" no la conocen ni la viven. Nos cuenta Carlos G. Vallés, S.J. en su libro "Saber escoger: el arte del discernimiento" que en una reunión de personas cristianas -y muchas comprometidas- la mayoría de ellas habían oído hablar muy poco sobre lo que era el discernimiento y raras veces lo habían aplicado a su vida.
Terminaremos este apartado con una frase de K. Rahner: "Todos estamos siempre en estado de elección, para el que es previo discernir". O en palabras de Carlos Gª Vallés: "El cristiano es una persona que vive en estado de elección".
El cristiano : una persona que orienta toda su vida hacia la luz de Dios
El cristiano es una persona que vive de cara a Dios, de cara a su luz; por eso refleja el rostro de Dios, la vida de Dios.
El discernimiento se refiere a la vida espiritual en sentido estricto, pero afecta a toda la persona y a toda la vida:
· vida laboral/ profesional
· vida familiar/ afectiva
· vida espiritual/ interior/ de fe/ contemplación
· vida de apostolado / compromiso / acción
· vida social / amigos / diversiones
· vida intelectual / formación
Descubrimos con demasiada frecuencia cristianos laicos que no han encontrado un equilibrio, una armonía entre todos estos elementos que componen su vida.
De hecho, una de las críticas que el mundo nos hace hoy es la falta de coherencia entre la vida y la fe; el hecho de que la fe no está insertada en toda la vida: en el tiempo de ocio y de trabajo, en la vida familiar, en la vida social, en una actitud más radical ante el consumo ...
Doble dimensión del discernimiento
El discernimiento de espíritus se ejercita en una doble dimensión:
- Hacia uno mismo.
- Hacia los demás.
Cuando se trata de uno mismo, es decir de actos que conciernen a nuestra vida privada, todos tenemos que ejercitarnos en el don del discernimiento y asumir la responsabilidad personal de usar nuestros talentos -inteligencia, voluntad, oración, consejo, etc.- para conocer la voluntad de Dios sobre nuestras vidas y colaborar a su gracia.
Cuando se trata de decidir sobre otras personas -grupo de oración, otros hermanos-, no todas las personas están llamadas a ejercitar este don.
Sobre estos dos aspectos del discernimiento resulta clarificador el texto siguiente :
Los responsables de la Comunidad
"Es doctrina segura que quien aspira al episcopado, desea una noble función. Pero es preciso que el obispo sea un hombre sin tacha, casado solamente una vez, sobrio, prudente, cortés, hospitalario, capaz de enseñar, no dado al vino, ni violento. sino ecuánime, pacífico, desinteresado; que sepa gobernar bien su propia casa, y educar a sus hijos con autoridad y buen juicio, pues si uno no sabe gobernar bien su propia casa ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?. Que no sea un recién convertido; no suceda que dejándose llevar del orgullo, venga a caer en la misma condenación que el diablo". (1 Timoteo, 3, 1-7)
¿Cómo podrá discernir sobre los demás una persona que no sabe discernir sobre sus propios asuntos?, ¿O una persona que no siente sobre su propia vida la necesidad de discernir asuntos económicos, familiares, de educación de los hijos, laborales...?
Inspiración ordinaria e Inspiración carismática
Entre las inspiraciones del Espíritu Santo se distinguen dos clases:
Inspiraciones ordinarias. Son aquellas en las que se pone en juego toda la capacidad del hombre/mujer: su inteligencia, su voluntad, sus impulsos... Excluyen toda acción milagrosa. A este apartado corresponden la mayoría de nuestros discernimientos y son el medio habitual que el Señor quiere usar en nuestra vida. "Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado"(Rom. 5,5). Se distinguen de las mociones naturales porque brotan de un corazón sereno y en paz con Dios y con los hermanos, y van envueltos en la fuerza de lo Alto para llevar a cabo la tarea que se nos muestra.
Inspiraciones carismáticas. Son siempre extraordinarias y se presentan bajo modalidades diversas :
· La de una visión. De este tipo es la visión de Pedro sobre los animales puros e impuros (Hch. 10-11)
· La de una idea que se forma súbitamente en el pensamiento sin causa natural. Ejemplo: El Espíritu Santo impulsa a Felipe a salir al encuentro del etíope (Hch, 8,29)
Criterios generales de discernimiento
Los criterios de discernimiento pueden enmarcarse en dos tipos:
A) Objetivos o externos.
B) Subjetivos o internos.
A) Criterios objetivos
1. Fidelidad a la doctrina de la Fe. El Espíritu Santo habla a través de la Palabra de Dios, cuya interpretación auténtica ha sido confiada a la Iglesia.
2. Fidelidad al estado de vida. El Espíritu Santo nunca se contradice. El estado de vida (matrimonio, vida sacerdotal o religiosa, etc) es una llamada de parte de Dios. Ninguna inspiración del E. S. puede ir contra nuestros deberes de estado.
3. Obediencia a la legítima autoridad. El E. S. no nos guía para hacernos independientes en relación con las autoridades humanas. Al contrario, nos hace más obedientes.
B) Criterios subjetivos
Los criterios objetivos son fundamentales pero deben ser completados con otros interiores:
1. El amor. Todo lo que viene de Dios conduce al amor.
2. La humildad. Éste es un criterio muy válido para conocer las autenticas inspiraciones del Espíritu Santo
3. La paz. En toda la Escritura, la paz aparece como el signo de la presencia de Dios. Esta paz es seguridad de que estamos en el Señor y que el Señor está con nosotros.
4. La alegría. Una vida cristiana auténtica tiene siempre como último fruto la alegría; una alegría profunda y pura que no puede dar el mundo.
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