martes, 11 de abril de 2017

Meditación: Juan 13, 21-33. 36-38


“Después de mojar el pedazo de pan, lo tomó y se lo dio a Judas.” (Juan 13, 26)

Cuánto se habrá entristecido Jesús al ver que un amigo suyo conspiraba en su contra. Anteriormente, en la sinagoga de Cafarnaúm, cuando Jesús declaró que él era el pan de vida, muchos de sus seguidores se apartaron de él y desde entonces él sabía que Judas lo traicionaría (Juan 6, 70-71). Más tarde, cuando les lavó los pies a sus discípulos en la Última Cena, ¿habrá pensado Jesús que esta expresión de amor le haría cambiar a Judas?

En esa época, cuando el anfitrión le ofrecía una comida especial a un invitado, eso era un signo de especial aprecio, de modo que tal vez, durante la cena, Jesús estaba tratando de hacer un último intento para que Judas cambiara de idea ofreciéndole el pedazo de pan directamente a él. Pero, Judas rechazó el ofrecimiento de reconciliación y amistad y se decidió a cumplir sus planes.

Lucas afirma que Judas estaba presente cuando Jesús bendijo el pan y el vino, ofreciendo su Cuerpo y su Sangre a sus discípulos (Lucas 22, 19-21), de modo que es probable que Judas haya recibido la primera Eucaristía, pero incluso esto no le hizo recapacitar.

¡Qué poderosa lección para nosotros! Santo Tomás de Aquino escribió una vez acerca de la Eucaristía: “Ningún otro sacramento tiene mayor poder de curación; por medio de ella se purgan los pecados, se aumentan las virtudes y el alma se enriquece con una abundancia de dones espirituales.” Sin embargo, el mismo santo enseñó que también es esencial recibir el Cuerpo de Cristo con fe para poder experimentar todos estos maravillosos regalos. ¡Qué triste es que a Judas, por su falta de fe, no le haya servido la Eucaristía que recibió!

No dejes que esto te suceda a ti, querido hermano. Solo faltan dos días para el Jueves Santo, cuando conmemoramos la primera Eucaristía. Trata de hacerte un buen examen de conciencia y confesarte antes de ese día y piensa en cómo puedes aumentar tu fe y tu entrega a Cristo, y recuerda que cada vez que recibes la Comunión, lo recibes a él. Entonces, ¿qué le vas a pedir que haga por ti?
“Amado Cristo Jesús, yo no soy digno de recibirte y sin embargo tú siempre vienes a mí. Fortalece mi fe, Señor, para que yo me llene de tu gracia.”
Isaías 49, 1-6
Salmo 71(70), 1-6. 15. 17

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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