frecuentemente tu Iglesia se parece a una barca a punto de hundirse,
una barca que hace aguas por todas partes.
En el campo la cizaña parecería haberle robado todo el terreno al trigo.
En tu camino te vuelves a caer nuevamente,
Nos abruma tu desprotección, tu rostro...
Rostro que nosotros mismos nos encargamos en ensuciar, de empañar.
No mires para otro lado, somos nosotros quienes te traicionamos,
aunque nuestros gestos y nuestras palabras procuren decir otra cosa.
Ten piedad de tu Iglesia, Señor.
Te piedad de nosotros.
Aquí esta Adán, Señor, en nosotros, hombres que caemos una y otra vez.
Al caer, quedamos en tierra y Satanás se alegra,
el espera que ya nunca podamos levantarnos;
El también espera que Tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia,
quedes abatido, desilusionado de nosotros para siempre.
Pero Tú te levantarás.
Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos.
Salva y santifica a tu Iglesia, Señor.
Sálvanos y santifícanos a todos.
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