viernes, 7 de abril de 2017

TENTACIONES CONTRA LA ALABANZA


Tentaciones contra la alabanza 
Manuel Rodríguez Espejo, Sch. P. 

     En Habacuc 3, 17-19 se lee: “Aunque no dé sus yemas la higuera, y sus frutos la vida; aunque falte la cosecha del olivo y no den mantenimiento los campos; aunque desaparezcan del redil las ovejas y no haya bueyes en el establo, Yo siempre me alegraré en Yahvé y me gozaré en el Dios de mi salvación. Yahvé, mi Señor, mi fortaleza, que me da pies como de ciervo y me hace correr por las alturas”. Hacer oración de alabanza, alabar, es como entrar en una nueva dimensión de la vida de oración. En la alabanza describimos la realidad de Dios, no nos describimos a nosotros mismos. Por ejemplo: “Te alabo, Padre, porque eres bueno ...”, “Padre, eres maravilloso: te alabo ...”, ”Señor, todo lo has hecho bien. Aleluya”. Así, la alabanza desarrolla una nueva y gran sensibilización a la presencia, a la cercanía y a la acción de Dios (es decir, a su providencia) en nuestra vida y en nuestra sociedad. Pero precisamente porque la alabanza es tan importante que constituye "nuestro deber y la fuente de salvación", "cosa buena, justa y bella", se dan muchas tentaciones contra la alabanza de parte del Maligno. ¡Bien sabe él que si nosotros alabamos, no tiene nada que hacer con nosotros! 

Veamos algunas de estas tentaciones:

   1.- Hacer o querer hacer todo en nuestra vida, menos alabar; estar de tal manera ocupados en el “apostolado”, entre comillas, o en la oración de petición, que no dispongamos de tiempo para la alabanza. ¿Cuál es la raíz de esta tentación?: que no tenemos confianza en el fruto de la alabanza; que queremos ver el fruto de lo que hacemos; que nos dejamos dominar de un criterio matemático y no de fe...; y como si doy limosna, o si visito a un enfermo, o si doy catequesis, o hago “apostolado social”... me parece ver el fruto, mientras alabo me parece perder el tiempo de cara a las necesidades de los hombres, o me creo eso que a veces se dice de los carismáticos, que somos intimistas, espiritualistas, desencarnados.... entonces no alabo. Deberíamos creer todo lo que la Palabra de Dios y la Plegaria eucarística IV nos dice, y poner en el primer lugar de nuestra vida la alabanza. 

    2.- No alabar cuando nuestras obras no son buenas, por ejemplo porque hemos pecado o hemos dejado de hacer algo positivo y posible; o porque en ese tiempo nos encontrarnos poco generosos, o no nos encontramos "consecuentes", porque nuestras obras no van de acuerdo con nuestras palabras o deseos. 1 Koinonia, 39-40 pp.38-39 91 ¿Cuál es la raíz de esta tentación?: creer que nuestra alabanza toma su valor de nosotros mismos, de nuestras buenas obras, olvidando que la alabanza es especialmente un don gratuito que Dios otorga a quien quiere y cuando Él quiere, y jamás se merece; olvidar que la alabanza es una oración que el Espíritu hace en nosotros: es el Espíritu quien alaba al Padre en mí, y, por esto, la alabanza es "fuente de salvación" y es lo que más agrada al Padre. La raíz es, en síntesis, creer que son nuestras buenas obras -y no la gracia (don, gratuidad) de Dios- lo que nos salva. No deberíamos dejar de alabar cuando nuestras obras no son buenas. Más aún, sólo alabando podremos un día, cuando Dios quiera y como Él quiera, no cuando nosotros y como nosotros queramos, convertirnos.

      3.- No alabar cuando no sentimos en el corazón palabras de alabanza, es decir, no alabar cuando nos parece que nuestra alabanza no sale espontánea y alegre del corazón. ¿Cuál es la raíz de esta tentación?: creer que soy un hipócrita si alabo con palabras que no salen del corazón; creer que el hombre es pura espontaneidad, puro sentimiento, y olvidar que la autenticidad humana es algo más que pura espontaneidad...; creer que nuestra alabanza vale más cuando la hacemos con palabras espontáneas y bellas... Deberíamos tener siempre presente que quien mejor nos conoce es Dios - ¡es Él quien nos ha hecho como somos!- y, por tanto, Dios jamás nos pedirá nada que en ese momento no podamos darle. Siendo verdad que debemos "darle gracias, es decir alabarle, siempre y en todo lugar", sabemos que no siempre la expresión de esta alabanza puede salir de lo profundo de un corazón alegre, y que muchas veces nos faltan las "palabras sentidas"... Deberíamos recordar siempre que Dios espera de nosotros en todo momento sólo aquello que le podemos dar y todo (nada menos) aquello que le podamos dar: presencia sin palabras, palabras sin sentimiento, sentimientos sin palabras... ¡Atentos, hermanos!: no deberíamos dejar de venir al grupo cuando nos encontramos incapaces de hablar, de alabar en alto; esto sería caer en la tentación que nos tiende el Maligno. 

     4.- Abandonar la alabanza -comunitaria o privada- porque nos "molesta" un hermano o una hermana del grupo, nos molesta con su manera de alabar o con su forma de ser y de obrar. ¿Cuál es la raíz de esta tentación?: que hacemos depender nuestra alabanza no de la realidad de Dios, sino de nuestra pequeña y limitada realidad. Si es verdad que muchas veces hemos venido al grupo de oración por un hermano, por no despreciar su invitación, por agradarle.... no es menos verdad que en la alabanza no deberíamos tener en cuenta ninguna persona ni ninguna cosa, aunque estas palabras suenen muy duras. Por otra parte, en la vida cristiana ocurre lo mismo, es decir, no creo ni obro el bien por lo que me han dicho los hombres, sino por Dios. Lo que se dice de la alabanza puede decirse igualmente de la fe y de toda la vida cristiana, porque alabar es vivir como cristianos, y la vida del creyente consiste en alabar. Deberíamos elevar nuestro corazón a Dios en la alabanza, deseándolo por sí mismo y no por sus dones. Deberíamos centrar la atención en Él y dejar que ésta fuera la  única preocupación de nuestra mente y de nuestro corazón. Deberíamos hacer todo lo que esté en nuestras manos para olvidar, en el momento de la oración de alabanza, a los restantes compañeros del grupo, sus formas de alabar, sus palabras... Es difícil de explicar, pero lo que deseo decir es que en la alabanza tenemos necesidad de un corazón tan grande y tan tierno que sea capaz de no pararse en las palabras del hermano para juzgarlo, de no andar a la caza de herejías o exageraciones..., sino que seamos capaces de ser como las madres que comprenden al hijito o al marido enfermo aun cuando no hable correctamente, porque no escuchan con la cabeza sino con el corazón y un corazón abierto, amoroso... Con otras palabras: deberíamos escuchar al hermano que alaba en alto para hacer nuestra su alabanza, y, al mismo tiempo, no escucharlo para poder atender a Dios...

     5.- Venir al grupo a conseguir cualquier fruto concreto, es decir, venir a convencer a Dios para que Él haga mi voluntad en vez de escucharle yo y poner en práctica su voluntad. Y quiero recordar que esta actitud es igualmente nociva, aun en el caso de que lo que yo quiero imponer a Dios es “que me haga mejor cristiano”, o “que me conceda hacer esta o aquella obra buena"... ¿Cuál es la raíz de esta tentación?: en el fondo es la misma de las anteriores tentaciones: que me cuesta una muerte el aceptar que sea Dios quien disponga, quien tome la iniciativa. Más aún: que me cuesta aceptar que la vida cristiana no consiste en domesticar yo a Dios, sino en dejarme yo domesticar por Él. Éste precisamente es el objetivo de la oración de alabanza: escuchar con el corazón la Palabra de Dios, su voluntad, su inspiración; creerla confiadamente y, después, con su ayuda y no con mis pocas fuerzas, practicarla, es decir, hacer de mi vida "una víctima de alabanza" (Plegaria IV). Deberíamos venir al grupo "gratuitamente", sin postura comerciante. .., venir al grupo a dar y no a recibir: a dar gloria a Dios, y no a robarle su gloria... Y, por tanto, no deberíamos dejar de venir cuando Dios no nos hace ver nuestro mejoramiento o cuando nos parece que Dios no nos otorga aquello que le pedimos... La alabanza no se puede instrumentalizar: el cambio que podemos ver en nuestra vida o la curación de otra persona, por ejemplo, son la consecuencia de la alabanza, pero no la causa o motivación.
 
    6.- Creer que la alabanza es alienación o espiritualismo que exime de un serio compromiso ascético y social. ¿Cuál es la raíz de esta tentación?: aquel sentimiento (no concorde con el pensamiento de Jesús) que tuvo Pedro en la Transfiguración: “Señor, qué bien se está aquí; si quieres, podemos hacer tres tiendas”. La raíz es, con otras palabras, ir más allá de la fe, confundir la fe con la magia: encontrarse tan a gusto alabando que nos olvidamos de trabajar seriamente en nuestro progreso cristiano y en la mejora de las condiciones sociales de este mundo, "como si Dios lo fuera a hacer sin nuestra colaboración". El hombre vive continuamente la permanente tentación del extremismo: no creer nada o creer todo indiscriminadamente... Deberíamos creer que Dios puede hacer lo imposible, pero, al mismo tiempo necesitarnos tomar nuestra parte de responsabilidad. Por esto alabar no es sólo orar, sino que es, también y en primer lugar, vivir en la obediencia a Dios, quien nos envía a ayudar a los pobres y necesitados.
      7.- Creer que alabar a Dios por todo (por lo bueno y por aquello que nos parece desgracia, por la riqueza y la pobreza, por la salud y la enfermedad, por la virtud y el pecado...) puede conducir a cierto fatalismo o indolencia. ¿Cuál es la raíz de esta tentación?: tener como primer criterio nuestra lógica humana, nuestra racionalidad; querer someter a Dios a nuestra manera de juzgar las cosas; determinar nosotros lo que es bueno y malo, olvidando que Dios ha hecho de la cruz gloria, del sufrimiento alegría, de la mujer estéril madre de muchos hijos, de la debilidad fortaleza, de la muerte resurrección y vida... Deberíamos ser menos racionalistas y más creyentes; deberíamos siempre hacer todo lo posible por obrar el bien y evitar el mal, pero después (después y no antes de hacer nosotros todo lo posible) alabar al Señor por el resultado, cualquiera que éste fuere, teniendo presente que José vendido por sus hermanos será el que salvará a su casa del hambre.... que Jesús muerto será el vencedor de la muerte... 

      8.- Creer que puesto que la alabanza es un don y yo soy "malo" con Dios, no puedo obtener tal don, no estoy llamado a la alabanza; creer que alabar es para los otros, para los puros y santos... ¿Cuál es la raíz de esta tentación?: creer que Dios, como hacemos los hombres, ama sólo a los buenos y da sus dones sólo a estos. El amor de Dios es totalmente distinto al nuestro: en el cielo habrá más alegría por un pecador que acoge la salvación gratuita de Dios que por 99 justos... Alegrémonos, creamos en Dios, mirémosle a Él y no al Maligno; seamos "pequeños" y confiados, y confesemos el amor, la potencia y la maravilla del Dios tres veces santo: esto es alabar.

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