sábado, 8 de julio de 2017

Las amistades son altares

Un buen amigoes como un bisturí en las manos de Dios






El altar es lugar de sacrificio, lugar donde se ofrece una víctima en holocausto. Los altares siempre son construidos para hacer memoria, por medio de un sacrificio, de los favores que Dios concedió. Pero un altar necesita ser erguido con esfuerzo personal y decisión de corazón, pues es memorial, lugar de la teofanía, de la manifestación del amor de Dios. Las amistades son altares.

Amistad es oblación, es ir más allá de lo que es natural en nosotros, es tocar lo sobrenatural. De la misma forma que un altar presupone holocausto, una amistad trae en si el sacrificio. Es necesario sacrificarse a sí mismo, a falsas verdades, a gustos y deseos personales.

Como los altares, las amistades necesitar ser construidas, edificadas con lo mejor de cada uno. Son sentimientos, experiencias, valores, sueños, que, como verdaderas piedras, se van superponiendo para que verdaderamente suceda el sacrificio.

El acto de construir al otro no es fácil, causa dolor en ambos, entrabes, mucho sacrificio mutuo y personal, pero –como hemos dicho anteriormente- si no hay sacrificio, no hay altar. Para construir al otro es necesario derramar mi sangre, mi vida, para que la ofrenda de mi sacrificio sea capaz de traer a la luz lo que hay de mejor en el otro, aun cuando eso me cause dolor.

Monseñor Jonas Abib, cierta vez, escribió que existen situaciones en nuestra vida en las cuales, muchas veces, solo un amigo es capaz de corregirnos. El conocimiento mutuo, o sea, la intimidad que una amistad genera entre dos personas, produce un conocimiento tan profundo del alma del otro que nos permite saber de qué forma y cuando corregirlo. El amor compartido es capaz de abrir “compartimientos cerrados” de nuestro corazón e iluminar con la luz de la verdad nuestras miserias, para que éstas puedan ser curadas.

Por causa de la apertura del alma que hay en una amistad, un amigo es capaz de llegar hasta donde nadie consigue. Es capaz de alcanzar y tocar los puntos más delicados de nuestra historia, de nuestra vida, con toda la maestría que solo el amor es capaz de suscitar. El toca heridas que nadie había tocado y que solamente un amigo es capaz de tocar con su amor.

Un buen amigo es como un bisturí en las manos de Dios, capaz de rasgar nuestra alma para que todas las heridas sean expulsadas y el corazón pueda ser curado.

Fragmento del libro “Respuestas para el Joven PHN” – Dunga
Editora Cançao Nova

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