Haz que tu corazón no juzgue a tu hermano, porque el Espíritu Santo te podría abandonar.
Dijo un anciano: «Si ves a tu semejante caer en pecado, dí inmediatamente: “¡Apártate, Satanás! ¡Este hombre no tiene ninguna culpa!”. Y haz que tu corazón no juzgue a tu hermano, porque el Espíritu Santo se podría entristecer y apartar. Y repítete: “Así como éste fue sometido, lo mismo podría pasarme a mí”, y llora, pidiendo el auxilio de Dios. Sufre con Aquel que sufrió sin tener culpa alguna, porque nadie quisiera faltarle a Dios, pero todos nos dejamos engañar».
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