Este desprecio por ti mismo puede, ciertamente, constituir un estado de auténtica humildad.
No importa cuán pecador seas, que Dios es siempre amoroso en verdad. Para que lo reconozcas, tan Piadoso y Clemente, Él te buscará, te encontrará, te abrazará, te tomará sobre Sus hombros (Mateo 18, 13), te llevará con Su rebaño y te amará mucho más que a otras ovejas, como si tú, de hecho, no lo hubieras dejado. ¿Te das cuenta de qué grande y maravillosa situación espiritual estamos hablando? ¡Se trata de ue tus grandes caídas no queden sino en simples accidentes!
Un hombre espiritual no puede decir jamás que no es un gran pecador. Él se considera el más pecador de todos. Y, con todo, sigue con su vida de iglesia o, mejor dicho, se muestra lleno de contrición.
Este desprecio por ti mismo puede, ciertamente, constituir un estado de auténtica humildad; lo importante, en todo caso, es no diluirte de tal forma que pierdas toda esperanza de salvación, llegando incluso a dejar de orar. Pero, insisto, llegar a despreciarte a ti mismo es una victoria muy importante.
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