¡María, Madre de Jesús, ven en nuestra ayuda!
El temor y la esperanza nunca deben andar separados, porque si el temor no está acompañado de esperanza, no es temor, es desesperación, y la esperanza sin temor es presunción. “Todo valle será rellenado” (Lc 3,5): urge, entonces, llenar de confianza, y al mismo tiempo del temor de Dios, esos valles de desánimo que se forman cuando conocemos nuestras imperfecciones y los pecados cometidos.
El temor y la esperanza nunca deben andar separados, porque si el temor no está acompañado de esperanza, no es temor, es desesperación, y la esperanza sin temor es presunción. “Todo valle será rellenado” (Lc 3,5): urge, entonces, llenar de confianza, y al mismo tiempo del temor de Dios, esos valles de desánimo que se forman cuando conocemos nuestras imperfecciones y los pecados cometidos.
San Francisco de Sales, como si después de la muerte aún quisiera continuar la guerra que declaró contra la desesperación, arrancó del propio demonio una confesión repleta de estímulo hasta para las almas más criminales: cierta vez un joven de Cablais, que estuvo poseído durante cinco años por un espíritu maligno, fue llevado junto al túmulo del santo Obispo de Ginebra, en el tiempo en que ocurría el proceso de su beatificación. Tardó varios días hasta que el joven fue sanado.
En ese tiempo, fue sometido por el Obispo Charles Auguste de Sales y por la Madre de Chaugy a varios interrogatorios junto a los restos mortales del Santo. Relata un testigo ocular que, en una de esas ocasiones, el demonio gritaba con más furor y confusión, diciendo: “¿Por qué he de salir?”, y la Madre de Chaugy exclamó con aquella vehemencia que le era peculiar: “¡Santa Madre de Dios, rogad por nosotros! ¡María, Madre de Jesús, ven en nuestra ayuda!” Al oír esas palabras, el espíritu infernal redobló sus horribles alaridos: “¡María! ¡María! ¡Para mí no hay María! No pronuncies ese nombre, que me hace estremecer. ¡Si hubiera una María para mí, como la hay para ustedes, yo no sería lo que soy! Pero para mí no hay María” Todos los presentes lloraban. Repitió el demonio: “¡Si yo tuviera un solo instante de los muchos que ustedes pierden! ¡Un solo instante y una María! Y yo no sería un demonio”.
Nosotros que vivimos (Salmo 113,18) tenemos el instante presente para regresar a Dios y tenemos a María para obtener esa gracia. ¿Quién puede desesperarse con esto?. José Tissot.
En ese tiempo, fue sometido por el Obispo Charles Auguste de Sales y por la Madre de Chaugy a varios interrogatorios junto a los restos mortales del Santo. Relata un testigo ocular que, en una de esas ocasiones, el demonio gritaba con más furor y confusión, diciendo: “¿Por qué he de salir?”, y la Madre de Chaugy exclamó con aquella vehemencia que le era peculiar: “¡Santa Madre de Dios, rogad por nosotros! ¡María, Madre de Jesús, ven en nuestra ayuda!” Al oír esas palabras, el espíritu infernal redobló sus horribles alaridos: “¡María! ¡María! ¡Para mí no hay María! No pronuncies ese nombre, que me hace estremecer. ¡Si hubiera una María para mí, como la hay para ustedes, yo no sería lo que soy! Pero para mí no hay María” Todos los presentes lloraban. Repitió el demonio: “¡Si yo tuviera un solo instante de los muchos que ustedes pierden! ¡Un solo instante y una María! Y yo no sería un demonio”.
Nosotros que vivimos (Salmo 113,18) tenemos el instante presente para regresar a Dios y tenemos a María para obtener esa gracia. ¿Quién puede desesperarse con esto?. José Tissot.
Extraído del libro “El arte de aprovechar nuestras faltas”
Fuente: blog del Profesor Felipe Aquino
www.blog.cancaonova.com/felipeaquino
Fuente: blog del Profesor Felipe Aquino
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