Marcos 6, 55
El Evangelio de hoy nos permite percibir cuánto anhela Jesús tocar el corazón de su pueblo y salvarlo. Nos imaginamos que Jesús pasaba por los poblados y aldeas de Galilea y que, al llegar a una ciudad, el gentío lo reconocía y pronto le llevaban a los enfermos, los cojos, los inválidos y “le rogaban que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.”
¡Qué admirable que el Señor no pusiera condición alguna para recibir su toque sanador, y la mayoría de las veces esa curación física significaba también una sanación espiritual!
Cristo vino a librar al ser humano de todos los males causados por el pecado, por eso la curación es una demostración visible de que el Señor quiere salvar a toda la humanidad. Esto se ve claramente cuando uno considera el mensaje del Evangelio en su totalidad. El ministerio de Jesús está centrado en su pasión y su muerte en la cruz, porque allí se entregó por amor para salvarnos. Por eso, el sacrificio redentor es la obra más sublime de Cristo y las muchas curaciones físicas que hizo durante su ministerio terrenal fueron señales de esa salvación.
Lo importante es que, sea cual sea la forma en que Jesús actúe en nuestra vida, nosotros debemos acudir a su lado, como las multitudes de Genesaret, para pedirle que nos cure y nos salve así como sanó a aquellos enfermos. Es decir, para recibir la salud completa tenemos que reconocer nuestra necesidad y confiarnos humildemente y con fe en su toque sanador; así el Señor actuará poderosamente en nuestra vida.
Hay quienes piensan que no quieren “molestar” a Jesús con sus peticiones y necesidades; otros dicen que el Señor ya sabe lo que necesitan y por eso no piden. Pero analizando íntimamente lo que pensamos en el interior veremos que esas actitudes denotan falta de fe y confianza en que el Señor realmente nos ama y desea salvarnos. El Señor nos dice muchas veces que seamos insistentes, que pidamos, busquemos y llamemos a la puerta, porque así recibiremos lo que buscamos.
“Amado Jesús, te proclamamos Sanador y Salvador nuestro. Te pedimos, Señor, que nos cures el alma y el corazón, para que también sane nuestro cuerpo y así mantengamos siempre fija la mirada en ti.”
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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