Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
RESONAR DE LA PALABRA
Pedro Belderrain, cmf
Queridos hermanos,
Tenemos suerte. No siempre el evangelio del último día de la semana nos deja la misma sensación de dulzura y de paz que el texto que hoy se nos invita a contemplar.
Se nos permite ser testigos del encuentro gozoso de Jesús con los doce discípulos que vuelven de su experiencia misionera. El Cristo que hace dos días les enviaba con su poder y autoridad y les invitaba a la predicación valiente y desprendida escucha hoy cuánto han hecho y enseñado y exhorta a la comunidad a retirarse, a buscar un sitio tranquilo para descansar, compartir la alegría y retomar fuerzas.
Los estudiosos de Marcos nos dicen que en este evangelio sinóptico los discípulos son más bien un ejemplo del discípulo imperfecto de Jesús, de aquel que pese a gozar de su cercanía y enseñanza directa y de pasar mucho tiempo con él no acaba de comprender y aceptar la propuesta del Maestro. Pese a todo Jesús les mira y trata con una inmensa ternura. ¡Cuántas veces no sonreiría al constatar la distancia entre su buena voluntad y la calidad de sus respuestas!
En el evangelio de hoy queda patente que esa misma ternura infinita marca la relación de Jesús con las gentes de buen corazón que le buscan sin descanso: se le adelantan, no le dejan descansar ni comer, le rodean, le tocan el manto, le apretujan. Jesús, lleno de compasión entrañable, renuncia al descanso y al encuentro sosegado con los discípulos y se pone a enseñarles con calma, sin mirar el reloj: quienes se acercan se convierten para él en lo más importante.
¡Qué actual suena la expresión ‘como ovejas sin pastor’, presente ya en el Antiguo Testamento! Acabado ya ese siglo XX que prometía tanta realización, millones de seres humanos comparten esa ‘tristeza infinita’ que nos convierte en seres sin vida, en cadáveres ambulantes que han roto con su Padre, con sus hermanos y con la misma vida.
Míranos, Jesús. Quizá no hayamos venido corriendo a buscarte, pero necesitamos tu compañía y tu palabra. ¡Muéstrate una vez más misericordioso con nosotros! ¡Manifiéstate sobre todo a aquellos que ya no encuentran razones para vivir! ¡Ayúdanos a convertir el mundo en esa casa de todos que el Padre nos ha confiado!
Comentario publicado por Ciudad Redonda
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