jueves, 1 de diciembre de 2016

Meditación: Mateo 7, 21. 24-27


Para los oyentes de Jesús no era difícil entender la parábola de las casas construidas sobre la arena y sobre la roca.

En Tierra Santa son comunes los chaparrones que caen entre noviembre y abril, creando avalanchas que arrasan las construcciones precarias y de débiles cimientos. Pero ¿cómo podemos nosotros, en el siglo XXI, relacionar esta historia con nuestra vida? La idea es analizar cómo cada uno construye su casa espiritual.

Lo primero es encontrar un terreno sólido, firme, para construir, y el único terreno realmente firme como una roca que existe es el propio Jesucristo. No hay otro. Esto significa que es preciso aprender y aceptar las verdades sobre su Persona y lo que él ha hecho por nosotros, es decir, todas las verdades que profesamos en el Credo.

Luego, hay que usar sólo los materiales apropiados y utilizarlos del modo correcto, vale decir, desarrollar los dones y talentos que hemos recibido de un modo que glorifique al Señor y no tratar de satisfacer sólo nuestras propias aspiraciones y deseos. Para esto, conviene dedicar tiempo a la oración y leer la Escritura, y arrepentirse con frecuencia, pidiéndole al Espíritu Santo que vaya moldeando en nosotros la imagen de Cristo.

Finalmente, conviene considerar el vecindario donde construimos esta casa. Esto significa, analizar las amistades que tenemos. ¿Demostramos aprecio y bondad a nuestros amigos? ¿Hacemos lo posible por ser tolerantes y generosos con los pobres y los marginados? ¿Estamos ayudando en la iglesia? Si nos hemos rodeado de buenos amigos, gozaremos de una mayor seguridad que si viviéramos aislados.

Si todo esto le parece demasiado, recuerde que construir una casa no es algo que se haga de la noche a la mañana. Hay que poner un ladrillo tras otro, dar un paso a la vez. Recuerde que mientras más desarrolle usted estos aspectos (aceptar a Jesús, usar los materiales correctos y preocuparse de ayudar a los demás) más sólidos serán los cimientos de su casa.

No olvide que usted no está construyendo solo. Si se mantiene fiel a la oración, verá que el propio Señor, con delantal y herramientas en la mano, le está ayudando en todo momento.
“Amado Jesús, tú eres mi piedra angular, mi roca. Enséñame a construir mi casa cimentada en la fe y la confianza en ti. Señor, yo quiero ser tus manos y tus pies en este mundo.”
Isaías 26, 1-6
Salmo 118(117), 1. 8-9. 19-21. 25-27

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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