martes, 13 de febrero de 2018

NO a la corrupción

«Para que aquellos que tienen un poder material, político o espiritual no se dejen dominar por la corrupción.»
La mayor riqueza de una persona está en su autenticidad y transparencia, y su mayor pobreza, su miseria más grande, en la fealdad de corrupción.

En la presentación que hace el Papa Francisco al libro del Cardenal Peter Turkson titulado “Corrosión” se pregunta: “¿Qué es lo que está en el origen de la explotación del hombre sobre otro hombre? ¿Qué hay en el origen de la degradación y de la falta de desarrollo? ¿Qué hay en el origen de la trata de personas, de las armas, de las drogas? ¿Qué en el origen de la injusticia social y de la mortificación del mérito? ¿Qué cosa está en el origen de la ausencia de servicios para las personas? ¿Qué hay en la raíz de la esclavitud, del desempleo, del abandono de la ciudad, de los bienes comunes y la naturaleza? ¿Qué cosa, en definitiva, lacera el derecho fundamental del ser humano, la integridad del medio ambiente?”.

Para el Papa Francisco la corrupción es una tentación de la que nadie está exento. Una de las tentaciones más grande es pensar que la “corrupción” es algo que les sucede a quienes ocupan altos cargos en poder político, económico o religioso. Sin embargo, la corrupción no discrimina clases sociales, tienta a todos por igual.

Este mes es una ocasión especial para examinar nuestra vida con seriedad en materia de corrupción. Dejemos por un momento de mirar a quienes han sido acusados o han sido descubierto por ser corruptos y pensemos un poco en qué situación nos encontramos nosotros.
«Nuestra corrupción –dice el Papa Francisco- es la mundanidad espiritual, la tibieza, la hipocresía, el triunfalismo, el hacer prevalecer sólo el espíritu del mundo en nuestras vidas, el sentido de la indiferencia. Es con esta conciencia que nosotros, los hombres y mujeres de la Iglesia, podemos acompañar a nosotros mismos y a la humanidad sufriente, en especial a los oprimidos por las consecuencias criminales y por la degradación generadas por la corrupción».
Y al final del prólogo del libro hace un llamado a todos: «Debemos hablar de la corrupción, denunciar los males, comprenderla, mostrar la voluntad de hacer valer la misericordia sobre la mezquindad, la curiosidad y la creatividad sobre el cansancio resignado, la belleza sobre la nada. Nosotros, cristianos y no cristianos, - añade - somos copos de nieve, pero si nos unimos podemos llegar a ser una avalancha: un movimiento fuerte y constructivo».

Es un mes para comprometernos con la verdad y la solidaridad. ¿Te sumas a este desafío?

Javier Rojas, SJ
Director Regional
de la Red Mundial de Oración del Papa
Argentina-Uruguay-Paraguay

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