RECURRIR AL AUXILIO DE MARÍA
María nada puede por sí misma. Toda su fuerza viene de Dios. Jesús aseguró que todo es posible para quien cree (cfr. Mc 9,23) y ella creyó primero y más que cualquier otro. Son innumerables los testimonios que nos dicen que no se debe menospreciar la fuerza de la oración de la Virgen Santísima, sobre todo cuando se suplica a Dios por sanación y más todavía cuando se ora por liberación. La propia Palabra de Dios nos revela la importancia de Nuestra Señora en el camino de sanación cuando muestra que Eva fue la causante del pecado y María la causante del merecimiento. Lo que una hirió la otra curó. San Agustín explica esto aún con mayor claridad: “Por el alma corrompida de una mujer (Eva) entró la enfermedad, y del cuerpo íntegro de otra mujer (María) vino la salud” Por eso, existen tantos testimonios de sanación física ligados a la intercesión de la Virgen Santa.
Recurrimos a la intercesión de María no por desconfiar de la misericordia de Dios ni por hallar que no tendríamos acceso directo a Jesús. Recurrimos a María porque sabemos de la fragilidad de nuestra poca fe, así como de la inclinación al pecado. San Alfonso María Ligório explica que la confianza de ella en Dios fue y es tan grande, que las oraciones de María son más poderosas delante de Dios, que las de todo el paraíso. Y San Bernardo agrega: “Recurre a María! Sin la menor duda digo, ciertamente el Hijo atenderá a su Madre”. ¡María no sana a nadie, pero puede interceder junto a Jesús, su Hijo! Tal como hizo en Canaá, ella puede conseguir de Dios aquello que está faltando a tu vida.
El siguiente testimonio sucedió cuando predicábamos un encuentro de oración en la capilla de la Medalla Milagrosa en Goiania.
“Fui diagnosticada con cáncer de garganta. Mi doctora me entregó los exámenes y sugirió al especialista hacer una cirugía. Fue un choque para mi. Quedé preocupada y muy triste. Algunas de esas personas que tomaron conocimiento de mi situación vinieron hasta mi y me dijeron que Dios podría curarme, pero para eso debería cambiar de religión. Siempre fui católica y eso nunca me pasó por la cabeza. Pero lo que antes era una invitación se transformó rápidamente en un verdadero asedio. Decían que yo no recibía la sanación porque era católica. Fue muy difícil estar enferma y además recibir ataques a mi fe. Pocos días antes de mi consulta con el médico especialista, resolví participar de un encuentro de oración en la capilla de la medalla milagrosa en Goiania. Cuando llegué, me sentí impulsada a hacer una oración y recurrí a María: “Virgen María, siempre fuiste mi madre y siempre me has protegido. Intercede ante Jesús para que me sane de este cáncer y todos vean que yo no preciso dejar mi iglesia para alcanzar esa gracia! Haz eso por mi y te garantizo que ahí donde fuera, por el resto de mi vida, contaré a todos como me has favorecido! Sentí en ese momento, un calor acompañado de escalofríos que recorrían todo mi cuerpo. Aún así, preferí guardar eso conmigo pues podría ser algo de mi cabeza, ya que en Goiania hace mucho calor. No pasó mucho tiempo para que yo descubriese que no se trataba de mi imaginación. En consulta con el especialista, después de nuevos exámenes, vi que él comparaba los primeros resultados con los más recientes. Entonces concluyó: “Conozco bien a la doctora que la envió ha mi… ella es una profesional extremadamente competente. Los exámenes fueron hechos correctamente, pero los resultados no admiten discusión. Todo indica que usted tuvo cáncer pero ahora no tiene más. No consigo explicar lo que sucedió. Agradecí a Dios allí mismo en presencia del médico y le conté todo lo que me había sucedido”
En Caná, María recurrió a Jesús y lo imposible aconteció con el agua transformada en vino. Del mismo modo esa mujer, al pedir la intercesión de la Virgen, fue atendida por Jesús y sanada. En otro pasaje, el Señor libró de la opresión diabólica a la joven cananea por pedido de la madre de ella (cfr. Mt 15,21-28), ¿cómo no iría a escuchar la oración de su propia madre, María Santísima, en favor de aquellos por los cuales murió en la cruz? María es llamada “omnipotencia suplicante” porque, con la fuerza del amor y de la oración, consigue todo lo que pide a su Hijo Jesús.
Recemos con fe:
“Virgen Inmaculada, que agradaste a Dios y fuiste escogida para ser madre de Jesús, míranos con bondad, a nosotros que imploramos tu poderosa ayuda. La serpiente infernal, contra la cual fue pronunciada la primera maldición, continua el combate y la insidia contra todos nosotros, pobres pecadores. Pedimos que recibas nuestras súplicas y las presentes delante del trono de Dios para que no seamos víctimas de las artimañas que el enemigo ha montado contra nosotros, y que lleguemos ilesos al cielo, y entre tantos peligros podamos cantar una vez más el canto de liberación, de victoria y de paz. Madre Nuestra Bendita, Reina y Abogada que pisaste la cabeza del enemigo: ¡Líbranos de todos los peligros y ruega a Dios por nosotros! Amén!
Marcio Mendes,
“Pasos para la sanación y liberación completa” – Editorial Canción Nueva
Adaptación del original en portugués
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