Existen ciertas gracias que se manifiestan con mas fuerzas y evidencia cuando oramos con otras personas. Inclusive, sería imposible obedecer a algunas orientaciones de la Palabra de Dios sin contar unos con los otros. Jesús mismo garantiza a sus discípulos que aún cuando solo se trate de apenas dos personas, si ellas estuviesen de acuerdo sobre lo que fueran a pedir, Dios las escuchará y recibirán aquello que piden. Cuando dos o más rezan juntos, Jesús se une a ellos y ora con ellos (cfr. Mt 18, 19-20). Es una recomendación del Señor no sólo que oremos juntos, sino que recemos los unos por los otros, por eso nos ordena imponer las manos sobre los enfermos para que recuperen la salud (cfr. Mc 16,18). Santiago confirma esa recomendación cuando insiste que, después de librarnos de los pecados por medio de la confesión, debemos orar unos por los otros para ser curados (cfr. Sant 5,16)
El Espíritu Santo gusta actuar y derramar sus bendiciones donde los hermanos están reunidos (cfr. Sal 133,3) Cuando son muchos los que rezan, la caridad se inflama y algo especial sucede. Por lo tanto, quien está pidiendo a Dios por la propia sanación o por la sanación de alguien hace mucho bien en no aislarse. Una sanación integral requiere que hagamos parte de la comunidad de hermanos en la fe.
“Señor, ¡dame buenos hermanos que oren conmigo!. Señor, haz de mi un buen compañero de oración para mis hermanos. Que así, unidos, seamos una comunidad de fe ardiente y Tu estés siempre en medio de nosotros. ¡Amén!
Marcio Mendes,
“Pasos para la sanación y liberación completa” – Editorial Canción Nueva
Adaptación del original en portugués
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