sábado, 17 de febrero de 2018

SEÑOR, PROTÉGEME DEL MAL

30 Minutos para cambiar tu día a día.
SEÑOR, PROTÉGEME DEL MAL

“Las armas de nuestro combate no son carnales.
Son armas poderosas a los ojos de Dios,
Capaces de derrumbar fortalezas”.
2 Cor 10,4


La Palabra de Dios nos enseña que en la lucha contra el mal es necesario no solo saber qué hacer, sino también como hacerlo.

¿Qué hacer? “Fortalézcanse en el Señor, en el poder de su fuerza” (Ef. 6,10).

¿Cómo hacerlo? “Con toda suerte de preces y suplicas, orando constantemente en el Espíritu, vigilando e intercediendo” (Ef. 6,18)

Quien tiene el espíritu frágil es fácilmente engañado. Existen fuerzas espirituales malignas capaces de envolver, seducir y dominar nuestras vidas, oprimiendo nuestra libertad, volviéndonos personas cerradas y limitando nuestra capacidad de ser llenos de amor. Jesús nos dio poder y autoridad para enfrentar y derrotar esas fuerzas (Mc 16,17)

Para quien quiere vencer, existe una determinación indispensable: fortalézcanse en Dios, en el poder del Espíritu Santo, orando constantemente. Pues, nuestra fuerza espiritual nace de la intimidad con Dios. Y la intimidad con Dios nace de la oración. Es la única manera de resistir las asechanzas del diablo.

La Sagrada Escritura nos revela que el maligno nos agarra por medio de artimañas. Pero, artimañas no pueden parecer artimañas, sino fracasan. Otro problema de los engaños es que después que caer en ellos es muy difícil escapar, por eso, es necesario un proceso de liberación.

Jesús nos revela que el diablo viene a robar, matar y destruir al ser humano (Jn 10,10). Pedro garantiza que el demonio esta siempre procurando encontrar una brecha para entrar y despedazar la vida de las personas (1 Pe. 5,8). Infelizmente, el maligno sabe usar el anzuelo correcto. Nos toma a cada no por nuestras fragilidades: primero ofrece lo que la persona quiere; después, saca de ella todo lo que es posible, sin darle nada a cambio.

Necesitamos despertarnos. Nuestra lucha no es contra personas de carne y sangre, sino contra fuerzas espirituales del mal esparcidas por los aires (Ef 6,12). Luchamos contra tres grandes enemigos: la “vieja criatura” dentro de nosotros; el “espíritu mundano” rodeándonos; y el “demonio” encima de nosotros -esparcido por los aires. Pero contra ellos, el arma es una sola: la oración.

Necesitamos estar revestidos de la armadura de Dios, empuñando el escudo de la Fe. El Señor nos garantiza que por la fe podemos apagar todas las flechas incendiarias con las cuales la tentación procura prender fuego nuestras vidas. La fe desmantela la tentación y saca de ella todo poder. Con la fe, te defiendes. Con la espada de la Palabra de Dios, la tentación es combatida y destruida.

Algunas veces, sin percibir, abrimos nuestras puertas a la influencia del mal y quedamos susceptibles. Llegó la hora de cerrarlas. La oración nos coloca bajo la protección de Dios y nos confiere autoridad para rechazar las fuerzas de las tinieblas. Recurrir a Dios por la oración es la más poderosa arma contra el demonio. Entonces, vamos a pedir protección al Señor.

ORACIÓN DE PROTECCIÓN CONTRA EL MAL

Padre amado, en nombre de Jesús, vengo a pedir tu ayuda, pues admito que determinadas tentaciones tienen gran fuerza sobre mi. Cometo los mismos pecados innumerables veces y con eso ofendo a Dios y perjudico las personas más cercanas. Misericordia, Señor, pues he caído. Perdón porque no resistí a los llamados del pecado y a los ataques del maligno.

En nombre de Jesús, delante de su cruz sagrada, repruebo, condeno y renuncio a mi pecado. Renuncio a Satanás autor de todo mal, de todo pecado y padre de la mentira. Renuncio a todo espíritu de orgullo y arrogancia, al espíritu de odio, envidia, al espíritu de celos y de posesión. Señor, renuncio a mis pensamientos, sentimientos, intenciones, palabras y actitudes de resentimiento, juicios crueles, acusaciones, falsas justicias, mentiras, deseos de poseer y dominar sobre los otros, inmoralidades, perversiones, impurezas sexuales, rebeldías, así como a cualquier cosa que te insulte, Señor.

En nombre de Jesús, recurro a ti, mi Padre, y pido que por el poder de tu Espíritu me liberes de esos pecados y de cualquier otro. Me rehúso a ser prisionero de las tinieblas. Por la Sangre de Jesús, rompo con esos pecados y me levanto contra todos los espíritus demoníacos que envisten contra mi para mantener mi vida cautiva, amarrada. Invoco el Nombre Santo de Jesús. Clamo la presencia del Salvador aquí y ahora junto a mi y me libero.

Jesús, mi Señor, tu aplastaste la cabeza de la serpiente infernal. En tu Nombre, el maligno es obligado a apartarse de mi y de mi familia. Gracias a ti, fueron anuladas las recriminaciones y las reivindicaciones del enemigo sobre mi. Señor Jesús, tu Sangre me lavó de todo pecado y me rescató del dominio de Satanás.

Declaro, por lo tanto, que al creer en ti yo fui salvo, Señor. Tú eres el valiente guerrero de Dios, vencedor de las huestes enemigas, y por quien el maligno es obligado a sujetarse y delante de quien es forzado a retirarse. Por tu Cruz, fue despedazada toda fuerza satánica y eliminado el pecado que pesaba sobre mi.

Escojo estar con Dios. Me decido por Jesús. Pongo mi confianza en el hijo de Dios, mi Salvador. Me someto de buena fe a lo que Dios quiera de mi, a lo que El me manda. Acepto cargar mi cruz con Jesús, pues sé que con ella Dios me hace vencer; por medio de ella, Dios me da la vida eterna. Reconozco y declaro que mi cruz, en Jesús, es el secreto de Dios para mi resurrección.

Coloca, Señor, tu Sangre preciosa como una muralla entre mi y el enemigo, de manera que el no puede de modo alguno llegar a mi lado. Aísla lejos de mi todos los poderes ya vencidos y anulados del adversario por ti derrotados.

Liberado por Tu Sangre, haré lo que tu quieras, Señor mío.

Soy de Cristo – de la Sangre de Cristo, de las Llagas de Cristo, de la Cruz triunfante de Cristo. Pertenezco a Dios.

-Esta es la cruz triunfante del Señor, huyan potencias enemigas.

-Venció el León de la Tribú de Juda, la estirpe de David.

Amén.

Marcio Mendes
30 minutos para cambiar tu día a día.
Adaptación de original en portugués.
Editorial Canción Nueva.

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