«Lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte con intención de despeñarlo» (Lc 4,29).
“En la sinagoga de Nazareth, después de leer el libro de Isaías, comenzó a decirles: Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír. Todos lo aprobaban y maravillados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca… .” Lc 4, 21-23
Después de haber dado oído a sus excusas, Cristo da la razón por la cual ellos no quieren escucharle. El que es de Dios, escucha las palabras de Dios.
Escuchar la Palabra de Dios es un signo de predestinación y de filiación divina… Pero la causa principal por la cual ellos no escuchaban es el odio, la malevolencia de que los vemos animados. La cólera ofusca el espíritu.
Los que escuchan la Palabra de Dios están obligados a practicarla para poder sacar provecho. Hay dos causas por las que no se saca provecho. La primera es que si bien se la escucha y se siente uno interiormente tocado, se deja su ejecución para mañana.
Pero ¡qué pobres criaturas somos! ¿no vemos que ese posponer es la causa de nuestra muerte y nuestra ruina y que nuestro bien está en el hoy? La vida del hombre es este día que está viviendo, porque nadie puede prometerse que vivirá hasta mañana. Nadie, sea quien sea.
Nuestra vida se compone de este día, este momento que vivimos y no podemos contar ni asegurarnos otro sino el que estamos disfrutando, por breve que sea.
Por tanto, si esto es así, ¿cómo osamos posponer la ejecución y la práctica de lo que hemos oído que vale para nuestra conversión, ya que del momento en que oímos lo que es necesario para nuestra enmienda, depende toda nuestra vida?
Esa es una de las razones por la cual no aprovechamos las cosas que se nos dicen y enseñan.
San Francisco de Sales, obispo
Sermón: Dos cosas por las que la Palabra no da fruto.
Sermones del 12-3-1606 y del 20-12-1620 (VIII, 17-18 y IX, 435).
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