domingo, 3 de febrero de 2019

Meditación: Lucas 4, 21-30

Los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira. (Lucas 4, 28)

Posiblemente nos sintamos un poco molestos al leer que los de Nazaret quisieron impedir que Jesús siguiera hablando. ¿Acaso no se daban cuenta de quién era? Pero mejor haríamos si nos preguntáramos si en algunas ocasiones nosotros mismos no tratamos de silenciar también a Jesús. ¿Tenemos aspectos de pecado en el corazón que no queremos exponer ante el Señor?

Si no le entregamos estas áreas a Jesús, también estamos negando su persona, su poder y su deseo de sanarnos y librarnos.

Si hay hábitos de pecado en tu vida que prefieres ocultar, esos son los aspectos en los que estás negando que Jesús sea verdaderamente tu Señor y tu Salvador. Si te mantienes distante de él, no lo estás reconociendo como el Santo cuyos juicios son verídicos y cuya justicia es perfecta.

Incuso cuando los residentes de Nazaret se preparaban para arrojarlo al precipicio, Jesús los miraba con compasión: eran sus parientes y vecinos, ¡y los quería! Los conocía mejor de lo que ellos mismos se conocían y, a pesar de eso, los aceptaba. Sin duda que día a día oraba por ellos, para que el corazón se les abriera para aceptar su palabra y finalmente creyeran que él era en realidad el Mesías enviado por Dios.

Jesús nos mira a nosotros del mismo modo, con compasión y comprensión. Si nos encontramos atados por algún pecado, el Señor nos pide que abramos el corazón lo mejor que podamos, para que él pueda curarnos y transformarnos. Si tú llevas un gran peso a cuestas, que te parece que hasta para Dios sería demasiado grande, Cristo te pide que lo deposites a sus pies, porque quiere que tú y todos confiemos en su amor y su poder (v. Mateo 11, 28).

Esta semana piensa en un aspecto de tu vida y preséntaselo al Señor para ver qué te dice al respecto, sin cerrar los oídos. Repite el mismo proceso varias veces en la semana hasta que veas que Cristo empieza a intervenir. ¡Jesús te quiere ayudar a crecer en santidad!
“Señor mío, Jesucristo, te entrego nuevamente mi vida y te ruego que derribes las murallas que he construido alrededor de mi corazón.”
Jeremías 1, 4-5. 17-19
Salmo 71, 1-6. 15-17
1 Corintios 12, 31—13, 13

No hay comentarios:

Publicar un comentario