Lucas 5, 4
En el Evangelio de hoy vemos que el Señor le dice a Pedro que salga mar adentro y eche las redes. Pedro protesta: “¡Maestro, hemos trabajado toda la noche!” Pero, para bendición del pescador, y porque algo le decía que Jesús no era un hombre común, Pedro tiene un destello de humildad y acepta la recomendación. Y ¿cuál fue el resultado? La pesca fue tan grande que casi se rompían las redes. El Señor sabe lo que hace y él conoce todas las cosas. No hay obstáculos para el Señor, porque con él todo es posible.
Pero pensemos nuevamente en Pedro y su travesía de vida. Era un sencillo pescador, de una caleta humilde del Lago Genesaret. Esa era toda su vida: salir a pescar y proveer para su familia y ganarse la vida vendiendo el pescado. Todos los días lo mismo. Jamás se iba a imaginar Pedro que, después de hacerse discípulo de Cristo y de abandonar el bote y las redes, su vida iba a cambiar tan radicalmente. Tanto así que, al cabo de muchos años, y una vez nombrado jefe de todos los apóstoles, llegó a Roma, capital del Imperio Romano, que en esa época dominaba casi toda Europa y gran parte de las naciones alrededor del Mar Mediterráneo.
El Señor, en cierto modo, le dijo a Pedro que “saliera mar adentro”, es decir, que se atreviera a salir de su reducto donde vivía en Cafarnaúm y se fuera a Roma: el centro del poder político, militar y cultural de todo el mundo de esa época. Jamás pudo haber soñado Pedro que un día sería capaz de esto por sus propios medios. Pero con la fuerza del Espíritu Santo que el Señor le impartió en el aposento alto el día de su Resurrección y más aún en Pentecostés, pudo llevar el nombre de Jesucristo al mundo secular a costa incluso de su propia vida.
Si tú, hermano, consideras que estás “atascado” en donde vives, en tu trabajo o donde sea, recuerda que el Señor te ama, y quiere bendecirte para que seas un instrumento de su amor y su gracia allí mismo o en cualquier otro lugar. Solo hace falta estar dispuesto a aceptar lo que él te pida hacer.
“Señor Jesús, aquí estoy, dispuesto a servirte en lo que tú me mandes.”
Isaías 6, 1-8
Salmo 138, 1-5. 7-8
1 Corintios 15, 1-11
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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