Marcos 6, 18
En el Evangelio de hoy leemos acerca del martirio de San Juan Bautista, una señal que presagiaba el destino que le esperaba a Cristo Jesús y también a sus discípulos. Tanto el Bautista como el Mesías fueron apresados y condenados a muerte por gobernantes mundanos, más preocupados de mantener su egocéntrica autoridad y el temeroso respeto de la gente.
Más aún, Herodes era un rey adúltero pues contravenía la Ley de Dios al tener por mujer a la esposa de su hermano. Esta era la personificación del adulterio espiritual de todo el pueblo, que había traicionado a su Señor y Esposo para irse en pos de los ídolos.
Juan Bautista murió como Jesús, el justo por los injustos, pero ésta sería también la suerte de los discípulos, a quienes el Maestro enviaría con la misión de predicar el arrepentimiento y la conversión. En su relato del martirio del Bautista, Marcos procura poner fin a los rumores que circulaban, de que Jesús era Juan que había resucitado, rumores que habían llegado hasta el mismo Herodes. Pero no se trataba de una resurrección: Juan había muerto y sus discípulos y testigos conocían el lugar de la sepultura.
La trágica muerte del Bautista, provocada por el rencor humano, fue una muerte de la cual brotaron frutos de vida, como lo prometió el Señor: “El que pierda la vida por causa mía y por aceptar el Evangelio, la salvará” (Marcos 8, 35). Herodes y Pilato quisieron actuar conforme a la voluntad de los hombres y prefirieron desentenderse de Dios, o incluso ofenderlo, a fin de preservar su vida humana y mantener su prestigio y posición, pero perdieron la vida verdadera, que el mismo Cristo les ofrecía.
Juan Bautista y todos los mártires cristianos ciertamente perdieron su vida humana, pero ganaron la vida eterna. Quiera el Señor que todos los cristianos vivamos en una comunión tan íntima y personal con Jesús que no dudemos en preferir la vida de la fe antes que desentendernos de Dios, a fin de buscar el éxito en este mundo, la satisfacción de los sentidos y los anhelos humanos y la seguridad puramente material.
“Jesús, Señor y Salvador mío, concédeme preferir siempre la vida que tú me ofreces, la vida de la fe, la esperanza y la caridad basada en la verdad y la misericordia.”
Hebreos 13, 1-8
Salmo 27, 1. 3. 5. 8-9
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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