Evangelio según San Marcos 7,24-30.
Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.
En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.
Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.
El le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros".
Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos".
Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija".
Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
Mientras el mundo comercial celebra a San Valentín (sin saber quizá nada de dicho santo; hay varios con ese nombre), nosotros recordamos a dos grandes evangelizadores que sembraron la fe cristiana en la Europa oriental y cuya herencia se encuentra hoy principalmente en las Iglesias ortodoxas, aunque también en las católicas de rito bizantino.
El papa Juan Pablo II declaró a los santos Cirilo y Metodio Patronos de Europa, subrayando así la pluralidad de ritos de nuestro continente, con su célebre expresión de que la Iglesia tiene que respirar con los dos pulmones: el oriental y el occidental. Es una invitación al enriquecimiento de nuestra espiritualidad, a la misión y al ecumenismo. Muchas de las Iglesias herederas de estos santos han sufrido en el silgo XX dura persecución y martirio bajo los regímenes comunistas. Se merecen especial veneración.
Las lecturas litúrgicas son de orientación misionera. El libro de los Hechos nos presenta un gran avance de la fe cristiana, que no estaba destinada solo a los judíos, la etnia de Jesús, sino a todo el mundo. Los paganos, que estaban “sin esperanza y sin Dios en este mundo” (Ef 2,12), se alegran inmensamente de que les llega la luz de la fe. Esto nos hace mirar a nuestro tiempo: la Iglesia crece constantemente, pero casi 5000 millones de seres humanos no han oído todavía hablar de Jesús.
El evangelio nos recuerda que Jesús, ya en su tiempo, deseó realizar la misión contando con colaboradores, aquel grupo de seguidores que son prefiguración de toda la Iglesia que surgirá después. A los enviados les predice persecuciones (“en medio de lobos”); ¡cuánto entienden de esto los pueblos evangelizados por Cirilo y Metodio!
El mensaje no puede ser otro que el de la paz. Si el evangelio no deja paz en los corazones, es señal de que el mensajero se ha equivocado en la exposición. Desgraciadamente abundaron en otra época predicadores de amenaza y amedrentamiento; con cierta admiración, y diferenciándole de otros de su tiempo, decía de la predicación del P. Claret el filósofo Balmes: “nada de terror, suavidad en todo”. “Evangelio” es palabra griega que significa “anuncio agradable”; desnaturalizarlo sería un gran pecado. El mismo pasaje que hemos leído le da como contenido la cercanía del “Reino de Dios”; y, cuando Dios reina, el hombre disfruta de paz, de plenitud, está feliz.
Jesús quiere, además, que el mensajero lleve el evangelio como incorporado a su atuendo, o simbolizado por su vida. Sería contradictorio que el que anuncia al Dios providente anduviese ansioso por llenar sus alforjas y talegas. Otra versión lucana del discurso (Lc 9) prohíbe además al enviado llevar bastón: mensajero de la paz, será más convincentes si viaja indefenso. Y no puede perder el tiempo en los ceremoniosos saludos judíos a los transeúntes (“no saludéis por el camino”), pues retardaría lo que urge transmitir; el mensaje es tan importante que su entrega no admite dilación. Finalmente, el evangelizador debe cultivar la cercanía cordial con el receptor de su anuncio, la cual se manifiesta en comer a una misma mesa. Hermoso programa para evangelizadores de hoy.
Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf
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