jueves, 14 de febrero de 2019

LA FE DE LA CANANEA


La fe de la Cananea

“¡Oh mujer, grande es tu fe! Que sea como deseas” (Mt 15,28). Sí, la Cananea posee una fe muy grande. No conociendo ni los profetas antiguos, ni los recientes milagros del Señor, ni sus mandatos ni sus promesas, y más aun, siendo rechazada por él, persevera en su petición y no cesa de llamar cerca de aquél cuyo renombre le había dado a entender que era el Salvador. Por eso su petición es escuchada de manera notoria...
Cuando uno de nosotros tiene la conciencia mancillada por el egoísmo, el orgullo, la vanagloria, el desdén, la cólera, la envidia o cualquier otro vicio; tiene, igual que esta mujer de Canaán “una hija cruelmente atormentada por un demonio”. Que corra a suplicar al Señor que le cure... Que lo haga con humilde sumisión; que no se juzgue digno de compartir la suerte de las ovejas de Israel, es decir, de las almas puras, y se considere indigno de las recompensas del cielo. Y, sin embargo, que la desesperanza no le conduzca a dejar su insistente plegaria, sino que su corazón tenga una confianza inquebrantable en la bondad inmensa del Señor. Porque el que ha podido hacer del buen ladrón un confesor (Lc 23,39s), del perseguidor un apóstol (Hech 9) y de simples piedras hijos de Adán (Mt 3,9), es capaz de transformar un perrito en oveja de Israel.


San Beda el Venerable (c. 673-735)
monje benedictino, doctor de la Iglesia
Homilías sobre los Evangelios I, 22: CCL 122, 156-160; PL 94, 102-105

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