viernes, 27 de octubre de 2017

Abraza tus charcos

 Compartimos un relato conmovedor, que nos habla de atesorar la alegría y la belleza que podemos encontrar aún en las tormentas de la vida.





Siempre he admirado la magia de los charcos, la formación de agua sobre la tierra desnivelada creando un reflejo del mundo sobre ella. Pacientemente espera la interrupción de parte de la cercanía que la rodea. Aquel que quiebra su imagen, esparce la luz al mundo en derredor.

Una noche, siendo yo una niña de trece años, mi madre suavemente me tocó la espalda para que me despertara y sintiera la lluvia. Guiándome para salir de la cama y entrar en la noche, donde el sonido acompasado de la lluvia nos esperaba, me miró expectante y susurró: “¿Lista?”
Guiándome para salir de la cama y entrar en la noche, donde el sonido acompasado de la lluvia nos esperaba, me miró expectante y susurró: “¿Lista?”
Todavía recuerdo salir del departamento y oler el final del verano en el aire mientras nos metíamos bajo la lluvia. No se veía a nadie. Todo el mundo dormía, y allí estábamos nosotras, con la noche esperándonos para que la exploráramos. Miré a mamá y ella me sonrió con su hermosa sonrisa. Luego me tomó de la mano.

Con alocado abandono y libertad sin inhibiciones nos lanzamos calle abajo saltando en cada charco que podíamos encontrar. Nos perseguíamos una a la otra entre los autos, riéndonos por el barrio hasta que llegamos a un campo donde nos esperaba el charco perfecto. Nos paramos a la orilla y admiramos su perfección. La lluvia cesó, haciendo que las ondas del agua disminuyeran y que el farol cercano de la calle se viera como si estuviera meciéndose en ese espejo mojado.
Momentos tan agridulces como éstos muestran la compasión y la honestidad que tan cuidadosamente se nos enseña a ocultar. Los charcos tienen la autenticidad del momento, y guardan un amor profundo y libertad en su interior.
Cuando volvimos al departamento nos secamos, acompañé a mamá de vuelta a su cama, y suavemente la arropé entre las mantas. Besé sus dulces mejillas y la tranquilicé diciéndole cuánto la quería. Podía oler el alcohol mezclado con su transpiración y su perfume. Su olor revelaba ahora su profunda congoja y soledad. Cómo hubiera deseado poder sanar su corazón. Podía sentir su respiración profunda mientras, apoyada en su hombro, le tarareaba una antigua melodía acariciando su mano hasta que se quedó dormida. Mientras iba de regreso a mi cama, pensaba que esta aventura sería nuestro secreto especial.

Han pasado diecisiete años desde que salté en los charcos en esa noche de verano a medio camino entre la niñez y la adolescencia. Es mi destino ser la hija de una alcohólica. Entre esos momentos y los muchos tristes que siguieron, ha sido y continúa siendo mi privilegio entender el yin yang de nuestras experiencias. Momentos tan agridulces como éstos muestran la compasión y la honestidad que tan cuidadosamente se nos enseña a ocultar. Los charcos tienen la autenticidad del momento, y guardan un amor profundo y libertad en su interior.

Creo que todos tenemos momentos en nuestra vida donde hay una profunda calma antes de la tormenta, momentos en que uno mira hacia atrás y piensa: “¿Cómo no lo vi venir?” Yo elegí pensarlo de forma diferente. Elegí agradecer esos momentos, y confiar en que saltar con ambos pies dentro de un charco cercano podría ser el momento cuando nuestra alma está buscando liberar nuestras emociones más íntimas y esparcir la luz prisionera en el espejo de nuestra realidad. Abraza tus charcos. Los míos cambiaron mi experiencia de vida.

Brittany Courchesne
Fuente Vivir agradecidos

No hay comentarios:

Publicar un comentario