lunes, 30 de octubre de 2017

Meditación: Lucas 13, 10-17

El estricto legalismo religioso puede ser nocivo. ¡Por supuesto era bueno cumplir las leyes, pero más importante era curar a esta pobre mujer!
Uno pensaría que el jefe de la sinagoga se alegraría también por el milagro recién obrado por Jesús, pero en cambio censura a la mujer citando la Ley de Moisés. Jesús, a su vez, lo reprende a él con una pregunta de respuesta obvia: “¿No era bueno desatarla de esa atadura?”

Legalmente hablando, tal vez no se debería haber curado a esta mujer en el día de reposo; pero a Jesús le importa más el sufrimiento de la persona que los tecnicismos legalistas. ¿No debemos nosotros hacer lo mismo? Cuando presenciamos condiciones terribles o agobiantes por doquier, también deberíamos preguntarnos: “¿Acaso no todo el mundo debería tener acceso a alimentos suficientes, vivienda digna y agua potable? ¿No deberían los niños aún no nacidos ser amados y protegidos? ¿No debería todo el mundo tener acceso a atención médica?” ¡Por supuesto que sí!

Por eso, Jesús pone el dedo en la llaga de lo que el Papa Francisco denomina “la cultura de la indiferencia”, y también señala la solución: construir una “cultura del encuentro.” El Señor no sólo sana a la enferma, la llama “hija de Abraham”, es decir, demuestra que ella también merece ser tratada con dignidad.

“Hija de Abraham”: Tres palabras sencillas. A veces eso es todo lo que se necesita. Como dice el Papa Francisco, incluso el gesto más mínimo de solidaridad “genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración, construye una trama social firme” (Amoris laetitia, 100). Lo que cuesta terminar con la indiferencia y empezar a construir puentes en su lugar en realidad no es tanto.

Todo puede comenzar por decisiones sencillas: ofrecer una sonrisa bondadosa, escuchar a alguien con atención u ofrecer un poco de agua al caminante fatigado. Allí es donde comienza todo, pero no se queda allí.

Una vez que tú inicies el proceso de romper con la indiferencia, procura seguir haciéndolo cada vez más, y verás que Dios te prodiga una doble porción de bendición. ¿Acaso no debería ser liberado todo el que tiene cualquier necesidad en el mundo? ¡Claro que sí!
“Señor y Dios mío, hay mucha necesidad de curación y libertad. Abre mis ojos, Señor, porque yo quiero ser de ayuda para quienes encuentre por el camino.”
Romanos 8, 12-17
Salmo 68(67), 2. 4. 6-7. 20-21

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