Jesús dijo a sus discípulos: "Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
Continuamos el capítulo 12 de Lucas. Es curioso: después de insistir en la urgencia de vivir disponibles, en vela y atentos como administradores fieles, de repente nos sorprende con un anuncio de división y enfrentamiento, no de paz. ¿Es el mismo Jesús?, ¿estamos en el mismo Evangelio de las bienaventuranzas?, ¿cómo entender este giro en el discurso?
Creo que, por naturaleza, las personas nos resistimos a la violencia y al conflicto. Está en nuestro ADN la paz, la unidad, la armonía. Cuanto intuimos la tensión y la ruptura, nos sentimos mal. Y quizá por eso nos cuesta leer este pasaje evangélico. Lo dulcificamos. Buscamos lecturas simbólicas. Pero la realidad es que seguir a Jesús y a su Evangelio conlleva tomar decisiones, hacer opciones y, por tanto, necesariamente nos violenta.
Amar es lo mejor que nos puede pasar en la vida. Vivir en paz es un horizonte que todos anhelamos. Pero amar violenta. La paz violenta.
¿Quién de nosotros no ha tenido que violentarse o vive hoy violentado por seguir a Jesús, por querer ser fiel a la verdad, por sobreponerse a las malas yerbas que todos llevamos dentro para que siga creciendo el trigo? ¿Cuánto hace que no te violentas a ti mismo para no responder a un ataque con más violencia y has elegido la serenidad? Y así puedes seguir añadiendo tus propios ejemplos.
Un día para tomarnos en serio a nosotros mismos y sobre todo para no minusvalorar nunca la fuerza y el fuego del evangelio que nos impulsa, pues como decía Bonhoeffer: la gracia es gratis pero no barata. Dios es paz pero no a cualquier precio.
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz, misionera claretiana
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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