Jesús dijo a sus discípulos: "Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada". Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?". El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más."
RESONAR DE LA PALABRA
Rosa Ruiz, misionera claretiana
Queridos hermanos:
“Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte…” dice el salmista hoy. Acabemos la frase cada uno de nosotros. ¡Oh, qué distinta sería mi vida si el Señor no hubiera estado de mi parte, si no se preocupara por mí, si no me acompañara siempre y en cualquier circunstancia!
Dios es el dueño de la casa (de mí misma, que soy templo y casa suya, decíamos ayer) y nunca permitiría que los ladrones abrieran en mí boquetes. Fijémonos que el evangelio de hoy es la continuación de ayer y, por tanto, conviene no romper el sentido. Hoy continúa la bienaventuranza, la dicha: “dichoso el criado a quien su amo lo encuentre fiel y solícito, cuidando a la servidumbre, repartiendo su ración con justicia”.
Hoy el evangelio nos ofrece una nueva clave para la felicidad: no basta con cuidar tu vida y no llenarla como un granero, pues está llamada a ser casa de Dios. No basta. Nos exige que nos reconozcamos como administradores y no dueños, cuya principal tarea es cuidar de los demás (no “pegar a los mozos y muchachas”) y vivir con equilibrio y dignidad (no entregados a “comer y beber y emborracharse”).
No basta con ser fieles a nuestro Señor. También hemos de serlo a nosotros mismos y a los que nos rodean, especialmente a quienes Dios ha puesto a nuestro cuidado. ¿Cómo hacer esto? Mirando al Señor: Él es nuestro auxilio, nos salvó cuando el agua nos llegaba al cuello, nos libró de los dientes de quien nos quiere tragar. Porque Dios rompe las trampas de todos los cazadores. Estamos llamados a ponernos de su lado. A no ir por la vida como cazadores poniendo trampas y tragando a quien nos apetece. Ojalá sea así. Que Dios nos ayude y nos enseñe a ser servidores fieles y libres. Dichosos.
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz, misionera claretiana
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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