viernes, 27 de octubre de 2017

Agradecida por envejecer

Kristi Nelson, Directora Ejecutiva de Una Red para Vivir Agradecidos, da razones para agradecer el milagro de nuestra vida que se prolonga a lo largo del tiempo.




Este mes festejo mi cumpleaños número cincuenta y seis. Comparto esta noticia no con la esperanza de recibir felicitaciones benevolentes o la reafirmación de que cumplir cincuenta y seis no es ser tan mayor. Está todo bien. Comparto esto porque realmente me hace feliz estar viva todavía un año más. Finalmente descubrí el secreto: envejecer un poquito cada día parece ser la única manera de continuar estando vivos. Esta parece ser una percepción digna de tener en cuenta.
Todos caemos presa de mensajes que aseguran que envejecer es algo que supuestamente debemos temer o lamentar incansablemente; en nuestra cultura, quejarnos de ello es una forma segura de pertenecer. Sin duda partes de mi cuerpo que antes solían ser firmes, están ahora más colgantes, los rasgos faciales se empequeñecen al lado de las líneas que los rodean y órganos y articulaciones que yo ni siquiera sabía que tenía porque siempre estuvieron quietos, ahora rechinan, duelen y claman por atención a toda hora del día. Definitivamente ya no tengo la energía física o mental que solía tener. Los programas de los viernes por la noche usualmente terminan temprano o se cancelan; mis conceptos de productividad se han reducido, y cada vez con más frecuencia no puedo recordar simples tareas de una habitación a otra. Sin embargo, comparado con no envejecer, todo esto parece un precio muy bajo que debemos pagar. Envejecer es seguramente mejor que la alternativa.
Celebrar un cumpleaños me ofrece el grato recordatorio de que es casi un milagro estar viva todavía un año más.
Hasta donde recuerdo, cuando vine a este mundo nadie me prometió un cierto número de días, meses o años que vivir. No estoy más habilitada que nadie en este planeta para alcanzar una larga vida. Ninguna adhesión a distintos propósitos o planes bien estructurados para el futuro me asegura longevidad. Tampoco lo logran comer libre de gluten, tomar diez suplementos dietarios todas las mañanas, o meditar. Pero yo lo mismo hago todo esto para mi bienestar diario. Al contrario de lo que dicen algunos del movimiento New Age, no creo que simplemente el querer estar vivos sea suficiente como para mantenernos con vida, y que la enfermedad y la muerte solamente les llega a aquellos que “fracasan” en querer la vida con suficiente vehemencia o en tomar decisiones “correctas”. Conozco demasiada gente verdaderamente extraordinaria que ha muerto por adherir a esta clase de conceptos perjudiciales.
Celebrar un cumpleaños me ofrece el grato recordatorio de que es casi un milagro estar viva todavía un año más. Podría llamarlo de distintas maneras, pero con el inmenso volumen de cosas alucinantes que pueden salir mal y las fuerzas apaciguantes que tienen que funcionar bien y cooperar para que cualquiera de nosotros se levante de la cama cada día, y más aún, se mueva de un lugar a otro amemos a quien amemos y hagamos lo que hagamos, parece apropiado usar el término “milagroso” para describir que logremos transcurrir todo un año y llegar al próximo. Al usar aquí el término milagro no me refiero a “rayos ardientes que bajan del cielo para conceder algún deseo”; quiero decir que resulta tan sorprendentemente sencillo e imponente estar vivos cada día, que no puedo evitar pensar que tener la oportunidad de volverse mayor y envejecer es un inmenso privilegio digno de ser celebrado. Bienvenida la gravedad… y bienvenida la gratitud.
Una de mis postales favoritas tiene esta cita: “Los cumpleaños son buenos para uno. Las estadísticas muestran que la gente que cumple muchos años vive más”. Qué gran recordatorio para celebrar lo que podamos, cuando podamos y no dar absolutamente nada por sentado. Nada, excepto, quizás, que cuanto más envejezcamos, más viviremos. Este milagro diario me parece digno de ser celebrado.

Kristi Nelson

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