Al empezar este camino, que parece complicado y terrible ya desde su inicio, sintiendo la Gracia de Dios que nos fortalece, empezaremos a cargar nuestra cruz con alegría y humildad, sabiendo que con esto se nos abren las puertas del Reino de los Cielos.
Para andar el camino de Cristo debemos cargar nuestra cruz con sumisión y entusiasmo, sin maldecirla, bendiciéndola, cumpliendo con los mandatos de Cristo, negándonos a nosotros mismos y siguiendo Sus huellas en esa senda angosta que lleva al Reino de los Cielos. Mas todos queremos que nuestro camino en esta vida sea largo y ancho, sin espinas, sin suciedades, sin piedras y zanjas, e incluso adornado con flores. Pero el Señor nos muestra otro camino: el de los sufrimientos.
Es necesario saber que en este camino, por duro que parezca, si nos volvemos a Cristo con todo el corazón, Él vendrá a ayudarnos de una forma maravillosa. Él nos sostendrá cuando sintamos que vamos a desfallecer, fortaleciéndonos y llenándonos de aliento y consuelo. Entonces comprenderemos las palabras del Santo Apóstol Pablo sobre el hecho que: “la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna” (II Corintios 4, 17); entonces los dolores de nuestra breve vida nos parecerán ligeros.
Al empezar este camino, que parece complicado y terrible ya desde su inicio, sintiendo la Gracia de Dios que nos fortalece, empezaremos a cargar nuestra cruz con alegría y humildad, sabiendo que con esto se nos abren las puertas del Reino de los Cielos.
Que nuestro Señor Jesucristo nos haga dignos a todos de la eterna, gloriosa e infinta vida con Él, con Su Padre, con el Espíritu Santo y con todas las legiones de los santos ángeles. Amén.
(Traducido de: Sfântul Luca al Crimeei, La portile Postului Mare. Predici la Triod, Editura Sophia, București, 2005)
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