Para entender qué es la oración, el hermano David Steindl-Rast nos propone en este artículo que nos preguntemos: ¿Qué eleva nuestro corazón y nuestra mente? ¿Qué nos impulsa a ello? La respuesta nos mostrará que cualquier actividad que eleva nuestro espíritu puede hacerse oración, siempre que la hagamos con un corazón abierto, con gratitud y alegría.
Comencemos con la definición de oración, la definición clásica que aprendemos en el catecismo: “Orar es elevar el corazón y la mente hacia Dios”. Queda claro que no se habla aquí de recitar plegarias; ni siquiera se trata de una acción por la que hacemos tal o cual cosa. Es una actitud, la actitud de elevar el corazón y la mente a Dios. Por eso, podemos comenzar de otra manera y preguntarnos, ¿Qué eleva nuestro corazón y nuestra mente? ¿Qué nos impulsa a ello?
Alguien podría decir, “Bueno, para mí es la pesca; la pesca me ayuda a elevar el corazón”. Esto es maravilloso. La pesca, en este caso, es nuestra oración primaria, siempre que lo hagamos con un corazón abierto, siempre que permitamos que esa acción obre en nosotros, más que nosotros obtener algo de ella.
Alguien podría decir, “Bueno, para mí es la pesca; la pesca me ayuda a elevar el corazón”. Esto es maravilloso. La pesca, en este caso, es nuestra oración primaria, siempre que lo hagamos con un corazón abierto, siempre que permitamos que esa acción obre en nosotros, más que nosotros obtener algo de ella.
¿Qué eleva nuestro corazón y nuestra mente? ¿Qué nos impulsa a ello?
Esto ocurre a menudo con la gente que va de pesca. Cuando los observo sentados con su caña, con frecuencia me parece que estuvieran meditando, tal como lo hacen quienes, sin caña de pescar, se sientan a orillas del río Ganges. Tengo la impresión de que esa caña de pescar es solo una excusa para sentarse a orillas del río y meditar. No me sorprendería si en muchos casos se tratara realmente de una muy profunda oración.
Aquello que eleva nuestro corazón y nuestra mente hacia Dios bien puede ser alguna otra cosa. Enfoquémonos en lo que eleva nuestro corazón. Preguntémonos: “¿Cómo me siento haciendo tal o cual cosa?” “¿Por qué?” Con mucha frecuencia, nos sentimos así porque ciertas actividades despiertan en nosotros un sentido de gratitud. Si ese es nuestro caso, hagamos aquello que no consideramos oración (aquello que no eleva nuestro corazón y mente a Dios) con gratitud, o con alegría, o con un corazón abierto, o con cualquier actitud que para nosotros sea la esencia de la oración. Entonces esa actividad se hará oración.
Hermano David Steindl-Rast
Transcripto de una charla dirigida a directores espirituales, año 2010. La charla actualmente forma parte del libro de Celeste Yacoboni, “¿Cómo rezamos? – Inspiradoras respuestas de líderes religiosos, guías espirituales, sanadores, activistas y otros amantes de la humanidad”, julio del 2014.
Fuente Vivir Agradecidos
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