Analízate y verifica la perniciosa e incómoda presencia del pecado en tu alma.
El pecado es el microbio del alma. De todos los microbios que existen en el mundo, el pecado es el más resistente, el más común.
Un solo pecado es suficiente para derribar al hombre más poderoso, como una caries que penetra en el tronco de un robusto roble. ¿Quién terminará destruyendo a quién? ¿La caries al roble o el roble a su enfermedad? Sin duda, la enfermedad terminará destruyendo al árbol.
Analízate y verifica la perniciosa e incómoda presencia del pecado en tu alma. Es normal que te acuerdes del amor de tu madre, aunque con el tiempo quede atrás. También durante un tiempo te seguirás acordando de tus amigos ya difuntos, aunque poco a poco irán desapareciendo de tu mente. Lo mismo con tus buenas acciones: es fácil recordarlas por una temporada, para dejarlas pronto en el olvido. Sin embargo, ese pecado que cometiste hace cuarenta años, cada mañana te despierta y te dice “¡Buenos días!”, y cada noche te saluda con un “¡Hasta mañana!”. Y así seguirá haciéndolo cada día de tu vida.
El pecado se reproduce como no puede hacerlo cualquier otra cosa en este mundo. El pecado pareciera sentir su fuerza en una multitud, de la misma forma que pareciera saber que su nombre de “honor” es Legión. El primer fruto del pecado es un pecado aún mayor. La desobediencia puede traer la muerte. El primer fruto de la desobediencia de Eva fue Caín, asesino de su propio hermano.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Gânduri despre bine și rău, Editura Predania, p. 112)
Fuente: Doxologia
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