La fuerza de la oración no radica en las palabras mismas, sino en cómo las vives.
Deseas aprender la “Oración de Jesús”. ¡Que Dios te bendiga! Sin embargo, debes saber que la “Oración de Jesús” no consiste en una oración incesante en sí misma, sino que es solamente un auxilio para llegar a la oración perenne. La oración incesante es un don de la Gracia, y para alcanzarla debemos orar: “¡Señor, concédeme orar a Ti sin cesar!”.
Y es que la oración que no cesa no consiste en repetir algunas palabras, sino en un vivir incesantemente para Dios. Y esto es precisamente lo que debemos procurar alcanzar.
Seguramente te ha ocurrido, más de alguna vez, que sientes un deseo incontrolable de ponerte a orar. Entonces, intenta recordar qué sentías en tu alma en esos momentos y esfuérzate cada vez, cuando empieces a orar, en reproducir aquel estado del alma; luego podrás empezar a repetir la “Oración de Jesús”. Esa evocación despertará la “Oración de Jesús” en ti, y esta oración favorecerá aquel estado del alma. Este es el secreto del éxito en la práctica de la “Oración de Jesús”. La fuerza de la oración no radica en las palabras mismas, sino en cómo las vives.
Para la práctica de la “Oración de Jesús” debes establecer un momento determinado, diferente al de la “Oración de la mañana” y el de la “Oración de la noche”. Dos veces antes de comer y dos veces después de comer, cada vez haciendo unos cien “Señor Jesucristo...” con inclinaciones pequeñas en las cuentas pequeñas y postraciones profundas en las cuentas grandes de tu cuerda de oración (o komboskini). Organizándote de esta forma, conseguirás practicar la “Oración de Jesús” cada día, sin que te quede algunas excusa para no hacerla.
Cuando te propongas comenzar a orar, acuérdate de que Dios está cerca y que te escucha y te ve, deseoso de darte todo lo que sea necesario para tu salvación. La perseverancia en la práctica de la oración es la principal condición para el éxito en esta empresa; es una victoria que no se consigue inmediatamente. A veces deben transcurrir meses o años enteros. Por eso, no tiene sentido caer en la desesperanza si la victoria se hace esperar o si los frutos de tu esfuerzo no aparecen.
No comas hasta saciarte: deja siempre que se sienta un vacío. Tampoco te permitas dormir con exageración, ni hacer bromas continuas y reir sin contenerte. Compórtate siempre como si te hallaras en presencia del emperador.
Si haces todo esto, con atención, tu mismo esfuerzo te enseñará muchas cosas.
(Traducido de: Sf. Teofan Zăvorâtul, Rugăciunea, Editura Egumenița, p. 132-134) Fuente Doxologia
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