¡Señor y Dios Nuestro,
al consagrarte en la mañana nuestros corazones,
al despertarse los sentidos a la Vida que Tu Amor sustenta,
pedimos Tu Bendición.
Tu mirada de Padre todo lo penetra y lo conoce;
Tú bien sabes cuántos de los nuestros abren sus ojos en desesperación;
cuántos despiertan sintiéndose ya abatidos,
superados por tantas pruebas,
experimentado solo el amargo sabor de las lágrimas...
A quienes nada esperan y nada sueñan.
a los que dejaron de dar batalla,
a los que renunciaron al amor.
A los que perdieron la paciencia,
y se cerraron al perdón;
A los que vendieron su tesoro
o permitieron que otros lo saquearan .
¡Envía sobre todos ellos,
sobre nosotros,
sobre los nuestros,
sobre el mundo entero…
¡Espíritu Santo!
Que dobladas nuestras rodillas ante el Nombre Santo del Hijo
por podamos comprender que quien no Te Adora no resiste.
Amén!
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