El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos: Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos". Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado". Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano". Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto. Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino". Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta. La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.RESONAR DE LA PALABRA
Pedro Belderrain, cmf
Queridos hermanos,
Jesús es siempre el protagonista del Evangelio. Más aún, Él es el Evangelio por excelencia. Pero en días como hoy Jesús pasa a un segundo plano del relato, algo que no nos habíamos encontrado hasta ahora en nuestra lectura del texto de Marcos. De todos modos, a pesar de esa discreta presencia, Jesús sigue siendo el protagonista: la muerte de Juan Bautista se nos narra para iluminar que Herodes había comenzado a temer a Jesús y a preguntarse por él. La fama del carpintero de Nazaret -el hijo de María- iba llegando a las alturas.
Como Iglesia universal evocamos hoy la figura de una mujer generosa, Águeda, que entregó su vida por la fe y no sucumbió a la tentación de disimular ni buscar seguridades. Mañana día 6 recordaremos a Pablo Miki y a sus compañeros de Japón, testigos también de la fe en Jesús mil trescientos años después de Águeda. Buena jornada hoy para recordar que -como afirmó muchas veces Juan Pablo II- el último siglo ha sido el más fecundo en mártires de toda la historia de la Iglesia. Hoy, 5 de febrero de 2016, muchos hermanos y hermanas nuestros, dispersos por los cinco continentes, aceptan ser perseguidos por no renegar de Jesús.
Juan Bautista brilla de un modo especial en el calendario de la Iglesia; en junio celebramos su natividad, a finales de agosto su martirio. Hoy, al hilo de esta lectura continua del evangelio, traemos a la memoria y a la celebración su figura, su condición de precursor de Jesús, de testigo de la verdad, de ejemplo de proclamación del querer de Dios y de penitencia.
Buena ocasión para poner el termómetro a nuestra vida, para preguntarnos cómo habríamos actuado en una escena como la que Marcos nos narra.
Dediquemos unos minutos a la Iglesia que sigue estando perseguida. Preguntémonos qué podemos hacer por estos hermanos nuestros. Pidamos la intercesión de los Mártires: Juan Bautista, Águeda, Pablo Miki… ¡Hermanos generosos y valientes: rogad por nosotros!
Comentario publicado por Ciudad Redonda
No hay comentarios:
Publicar un comentario