Cierta mañana, un niño se acercó a su abuelo y le preguntó: “Abuelo, dentro de mi corazón vive un lobo y una oveja. ¿Cuál de los dos va a crecer? Y el abuelo le respondió: “¡Va a crecer aquel al que alimentes!”
Dentro de nosotros también residen un lobo y una oveja. El lobo se alimenta de nuestros pecados y la oveja de nuestra santidad. Sin embargo, todos los días, somos influenciados por las fuerzas del mal que nos tientan para apartarnos del amor de Dios. El enemigo es astuto y actúa silenciosamente en la fuente de los sentimientos: el corazón. En ese silencio, el enemigo busca alimentar nuestro lobo interior, llevándonos a decir “sí” al pecado. El pecado alimenta el mal en nosotros. A pesar de eso, siempre tendremos la libertad de decir “sí” o “no” ante un ataque del enemigo. Las Sagradas Escrituras nos orientan para vencer las guerras del terrorismo espiritual que el enemigo intenta implantar en nuestra alma.
Es necesario luchar contra todo lo que nos aparta del amor de Dios: “Destruyan, pues, lo que hay de terreno en ustedes: fornicación, impureza, pasión desordenada, malos deseos y codicia, que es una especio de idolatría” (Col 3,5)
Es necesario abandonar sentimientos, palabras y acciones que desfiguran nuestra identidad divina: “Pero ahora abandonen también todo esto. ¡Aparten de ustedes todo lo que sea ira, indignación, malicia, injurias o palabras groseras!” (Col 3,8). La búsqueda por la santidad nos capacita para alimentar nuestro corazón con amor a los hermanos: “Como elegidos de Dios, pueblo suyo y amados por él, revístanse de sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre y paciencia. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando alguno tenga motivos de queja contra otro. Del mismo modo que el Señor les perdonó, perdónense también ustedes. Y por encima de todo, revístanse del amor que es el vínculo de la perfección” (Col 3,12-14)
La búsqueda por las cosas de lo alto nos hace caminar con el corazón en Dios y con mirada de misericordia hacia los demás: “En cambio, la sabiduría que procede de arriba es en primer lugar intachable, pero además es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera”
Guardar silencio frente a un ataque es el camino para no alimentar la maldad en el corazón de quien busca crear guerras y divisiones: “Si no hay leña se apaga el fuego, donde no hay chismoso se acaba la discusión” (Proverbios 26,20)
El camino de la victoria por la paz es reconciliarse con los sentimientos: “¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre ustedes? ¿No es precisamente de esas pasiones que luchan en su interior? Ambicionan y no obtienen; asesinan y envidian pero no pueden conseguir nada; no cesan de luchar y pelearse. No obtienen porque no piden; piden y no reciben, porque piden mal, con la intención de satisfacer sus necesidades” (Santiago 4,1-3)
Todo lo que disminuye al otro en su dignidad es un plato lleno de maldad que engorda al lobo, la maldad que busca saciarse con la falta de respeto al prójimo: “No hablen mal unos de otros, hermanos” (Santiago 4,11)
Para vencer un ataque es necesario cultivar una vida de oración cimentada en la Palabra de Dios. Nuestra alma se alimenta de aquello que le ofrecemos.
Padre Flavio Sobreiro
Bachiller en Filosofía, Teología por la Facultad Católica de Pouso Alegre (MG).
Es necesario luchar contra todo lo que nos aparta del amor de Dios: “Destruyan, pues, lo que hay de terreno en ustedes: fornicación, impureza, pasión desordenada, malos deseos y codicia, que es una especio de idolatría” (Col 3,5)
Es necesario abandonar sentimientos, palabras y acciones que desfiguran nuestra identidad divina: “Pero ahora abandonen también todo esto. ¡Aparten de ustedes todo lo que sea ira, indignación, malicia, injurias o palabras groseras!” (Col 3,8). La búsqueda por la santidad nos capacita para alimentar nuestro corazón con amor a los hermanos: “Como elegidos de Dios, pueblo suyo y amados por él, revístanse de sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre y paciencia. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando alguno tenga motivos de queja contra otro. Del mismo modo que el Señor les perdonó, perdónense también ustedes. Y por encima de todo, revístanse del amor que es el vínculo de la perfección” (Col 3,12-14)
La búsqueda por las cosas de lo alto nos hace caminar con el corazón en Dios y con mirada de misericordia hacia los demás: “En cambio, la sabiduría que procede de arriba es en primer lugar intachable, pero además es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera”
Guardar silencio frente a un ataque es el camino para no alimentar la maldad en el corazón de quien busca crear guerras y divisiones: “Si no hay leña se apaga el fuego, donde no hay chismoso se acaba la discusión” (Proverbios 26,20)
El camino de la victoria por la paz es reconciliarse con los sentimientos: “¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre ustedes? ¿No es precisamente de esas pasiones que luchan en su interior? Ambicionan y no obtienen; asesinan y envidian pero no pueden conseguir nada; no cesan de luchar y pelearse. No obtienen porque no piden; piden y no reciben, porque piden mal, con la intención de satisfacer sus necesidades” (Santiago 4,1-3)
Todo lo que disminuye al otro en su dignidad es un plato lleno de maldad que engorda al lobo, la maldad que busca saciarse con la falta de respeto al prójimo: “No hablen mal unos de otros, hermanos” (Santiago 4,11)
Para vencer un ataque es necesario cultivar una vida de oración cimentada en la Palabra de Dios. Nuestra alma se alimenta de aquello que le ofrecemos.
Padre Flavio Sobreiro
Bachiller en Filosofía, Teología por la Facultad Católica de Pouso Alegre (MG).
Sacerdote de la Arquidiócesis de Pouso Alegre (MG)
Fuente Portal Canción Nueva
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