Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego
Himno 27, 116-124.128-132.138-149
“Entonces tocó sus ojos...” (Mt 9,27)
¡Busquemos al único que nos puede devolver la libertad, sigámosle sin parar, con todo nuestro deseo, él cuya belleza toca los corazones, él que los atrae hacia su amor y los une a él para siempre! Sí, por medio de nuestras acciones corramos todos hacia él. No nos dejemos vencer por nadie ni engañarnos por nadie, ni distraernos por nadie en nuestra búsqueda.
Sobretodo, no digamos que Dios no manifiesta su presencia a los hombres. No digamos que a los hombres es imposible ver la luz de Dios....ni siquiera que es imposible verlo hoy. Gracias a Dios, nunca ha sido imposible, a condición de desearlo de veras. ¡Démonos cuenta cuál es la belleza de nuestro Maestro! No cerremos los ojos de nuestro corazón fijándolos en las realidades mundanas. Sí, que las preocupaciones por las cosas de este mundo no nos hagan esclavos de la gloria humana, hasta tal punto de abandonar a aquel que es la luz de la vida eterna.
¡Caminemos, juntos hacia él, con un solo corazón, un solo espíritu, una sola alma! Humildemente clamemos a él, nuestro Maestro bueno, nuestro Señor misericordioso, él que es el “único amigo de los hombres” (Sab 1,6) ¡Busquémosle porque se nos revelará, aparecerá, se manifestará, él que es nuestra esperanza!
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