Dios ama sin condiciones. Así como se compadeció de los que sufrían a su paso y los aliviaba, así también te mira hoy con ternura y desea aliviar aquello que aqueja tu corazón. Toma lo que es tuyo, ese dolor que te apena, esa tristeza que no cura, ese perdón que no llega o que no puedes dar, ese miedo que te paraliza, esa distancia que te duele, y entrégalo a Jesús para que lo cure y te lo devuelva renovado. Ofrece todo lo que hoy vivas por las intenciones del Papa. Reza por aquellos a los que desearías perdonar y por los que te deben perdonar a ti.
Con Jesús durante el día.
«Jesús dijo al paralítico: Levántate, carga con tu camilla y vuelve a tu casa. Al instante se levantó delante de todos, cargó con lo que había sido su camilla, y se fue a su casa dando gloria a Dios» (Lc 5, 24-25). ¿Qué situaciones te tienen paralizado? ¡Levántate! no te rindas. Repite al ritmo de la respiración «Levántate… y vuelve a tu casa…» mientras continúas poniendo en práctica el propósito del día.
Con Jesús por la noche.
Agradece lo vivido hoy. Haz la señal de la cruz. Respira hondo. Pide cuentas a tu corazón de lo que has vivido desde la hora en que te levantaste. ¿Qué lugares has recorrido? ¿Qué momento te ha llenado de felicidad? ¿En qué momento has sentido agobio? ¿Qué quieres agradecer a Dios?
fuente El Evangelio en casa
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