San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermón 1 para el Adviento, 7-8
“Jesús la tomó de la mano y ella se levantó.” (Mt 8,14)
¡Qué gran condescendencia de Dios que nos busca y que dignidad del hombre así buscado!...¿Qué es el hombre para que le hagas caso, para poner tu atención sobre él? (Jb 7,17) Querría saber por qué Dios ha querido venir hasta nosotros y por qué no hemos ido nosotros hacia él, ya que somos nosotros los interesados en el asunto. No es costumbre de los ricos ir hacia los pobres incluso cuando tienen intención de hacerles algún bien. Nos tocaba a nosotros ir hacia Jesús. Pero un doble obstáculo nos lo impedía: nuestros ojos eran ciegos y él habita en una luz inaccesible. Nos encontrábamos postrados paralizados en nuestra camilla, incapacitados de llegar hasta la majestad de Dios. Por esto, Nuestro Buen Salvador y médico de nuestras almas ha bajado de su altura y ha escondido ante nuestros ojos enfermos el esplendor de su gloria. Se revistió como de una linterna, quiero decir, del cuerpo purísimo, sin mancha que asumió.
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