viernes, 16 de febrero de 2018

Meditación: Isaías 58, 1-9

El ayuno que yo quiero de ti es éste, dice el Señor…
Isaías 58, 6


Dietas para quemar materia grasa, régimen de alimentos crudos, dietas bajas en carbohidratos… Cualquiera sea el problema, siempre hay alguna dieta especial para eso. Hay muchas dietas diferentes, pero todas tienen un objetivo común: ayudar a bajar de peso y resguardar la salud.

La gente de Israel también tenía un objetivo definido para su “dieta”: querían que Dios escuchara sus oraciones y las contestara. Pero el ayuno no es como las dietas, en las que se reduce la cantidad de comida para obtener los resultados deseados. El ayuno es una invitación a evitar las distracciones y darle más atención a Dios.

Tal vez esto no parezca atractivo al principio, pero el ayuno es una de las principales bendiciones que Dios nos concede durante la Cuaresma. Las distracciones nos desvían la atención, de modo que cuando logramos eliminar una o más de esas distracciones, como los bocadillos entre las comidas, el tiempo delante de la televisión o los chismes, abrimos un espacio propicio para Dios. El ayuno nos da la oportunidad de avanzar más allá de aquello de lo que nos estamos privando para aceptar el don que Dios quiera darnos. Puede ser, por ejemplo, una palabra de aliento que leemos en las Escrituras, o un nuevo entendimiento de la conducta de un ser querido o una mejor disposición del corazón hacia un vecino molesto. El ayuno es capaz de abrir la puerta a estos dones de Dios, simplemente porque somos más capaces de reconocerlos en la vida.

Hay también otra bendición que se deriva del ayuno, aunque no pensemos muy a menudo en ella. Ese mismo tiempo y espacio que le damos a Dios es a la vez un don sagrado que nos damos a nosotros mismos. Cuando reservamos este tiempo y espacio, le estamos pidiendo al Señor que se haga presente para nosotros; le pedimos que nos conceda un sentido más profundo de su amor y de su consolación y su toque sanador.

Entonces, ¿de qué tipo de cosas te vas a privar en Cuaresma? Recuerda que es un tiempo de gracia y que Dios está más que dispuesto a derramar sus bendiciones sobre ti cuando lo busques de corazón.
“Dios y Padre mío, ayúdame a vislumbrar, a través del ayuno y la oración en esta Cuaresma, algo de la gloria que tú me prometes.”

Salmo 51(50), 3-6. 18-19
Mateo 9, 14-15

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