jueves, 8 de febrero de 2018

Meditación: Marcos 7, 24-30

No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos. (Marcos 7, 27)




Un extranjero o forastero es una persona “de otro país” o “de otra cultura” que por tal razón no tiene los mismos derechos ni privilegios que los ciudadanos. En el Evangelio de hoy, vemos a una mujer pagana que está desesperada porque un demonio atormenta a su hija. Pensando que Jesús es su único recurso, cae de rodillas delante de él suplicándole que la socorra, que haga una excepción y la trate como si ella fuera del pueblo escogido.

Tal vez la respuesta del Señor nos parezca un tanto cruel, pero veamos dos razones por las que pudo haber dicho que los hijos (los israelitas) debían comer antes que los “perros” (los gentiles). En primer lugar, Jesús sabía que su misión principal era dedicarse a Israel, pues él era el Mesías esperado por los judíos, es decir, el pueblo escogido.

Segundo, cabe observar que Jesús no se niega a sanar a la hija de la mujer, sino que enseñaba a sus apóstoles, y a nosotros, que los de otras nacionalidades, religiones o culturas también pueden recibir misericordia. De hecho, en los evangelios vemos solo dos casos en los que Jesús cura “a la distancia”, y en ambos casos los sanados son un gentil, siervo de un centurión (v. Mateo 8) y la hija de esta mujer sirofenicia. Las dos personas eran forasteras, pero Jesús les concede un trato especial. El Señor no solo revela su poder de una manera notable en ambos casos, pero también actúa sin dilación, sin hacerlos esperar, pues desea detener su sufrimiento de inmediato.

Querido hermano, ¿tienes familiares que tal vez se sientan aislados o excluidos? Tú puedes darles atención. Piensa en el tío que sufre un mal terminal y que nunca puede participar en las reuniones familiares, o la tía que vive en un asilo de ancianos y nadie la visita, o aquel nieto o sobrino tuyo que ya no va a la iglesia y que se acaba de ir a vivir con su novia. Decídete a visitarlos; dedícales tiempo, o si están lejos, llámalos por teléfono o envíales un mensaje alentador por correo electrónico, porque Jesús quiere tocarlos por medio tuyo. ¡Tú puedes hacer una diferencia! Y si temes que no te contesten como tú quisieras, ora antes de comunicarte, para que el Señor prepare el camino y ablande los corazones.
“Señor, ayúdame a visitar o dar atención a quienes se sienten como extraños. Ayúdame a demostrarles tu amor y tu misericordia.”
1 Reyes 11, 4-13
Salmo 106(105), 3-4. 35-37. 40

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