jueves, 8 de febrero de 2018

PASOS QUE COOPERAN A LA SANACION

Les compartimos el segundo y tercer paso que cooperan a la sanción física y de los recuerdos

2) ORAR CON CONFIANZA DESMEDIDA

Esta una de las promesas más comprometedoras que Jesús nos hace: “todo lo que pidan en oración, crean que ya los recibieron y les será concedido” (Mc 11,24) O sea, recibiremos aquello que creemos que vamos a recibir. Por lo tanto, no se trata de tener fe “en las cosas” que recibiremos o fe “en el recibimiento”, y sí, fe en Dios que cuida de nosotros y esta siempre dispuesto a ampararnos con su providencia. El mejor modo de demostrar absoluta confianza en Dios es confesar, como el padre del pequeño epiléptico, que el Señor es mayor que nuestra voluntad de desistir, y es infinitamente mayor que nuestra dificultad en creer en él: “Yo creo, pero ayúdame en mi falta de fe” (Mc 9,24)

Creer no es tener pensamientos positivos o mentalizar lo que deseamos con la ilusión que se materialice. Creer es sumergirse en los brazos del Padre sin importar cualquier condición, es confiar y depender únicamente de él, es aceptar ir con Él por el camino que El quiera llevarnos. El ve lo que nosotros no vemos, sabe lo que no sabemos y tiene la solución para lo que estamos enfrentando. Confiar nada más es esto: dar un paso para adentro del océano de la misericordia divina y entrar en la vida de Dios, en la salvación de Dios -permitir que El nos ayude y salve. Tanto la sanación física como la sanación interior hacen parte de ese proceso de salvación.

Todo lo que Jesús nos pide es traer a El la carga que está nos aplastando y que la coloquemos en sus manos con la simplicidad de un niño pequeño.

Yo estaba en un comercio cuando vi a una pequeña pasar todo lo que tenía en una bolsa vieja a una linda bolsita que estaba en la estantería. Debía tener unos cinco años de edad. Después se dirigió a una mujer que estaba próxima y le dijo:

-“¡Mira que linda mamá! ¡Cómpramela!”

Era visible que no estaba en los planes de la mamá hacer aquel gasto. Pero se conmovió con el pedido de la hija, simple, directo, y lo atendió.

Quien confía, simplemente pide a Dios lo que quiere. Es El quien sabe lo que nos conviene, y dará lo que fuese mejor para nosotros. Las respuestas pueden ser: si, no, o espere. Pero El no dejará de ampararnos. La Palabra de Dios nos garantiza que todo aquel que pide, recibe, y que hasta aún existiendo puertas cerradas, se abren cuando quien reza insiste en continuar golpeando. Entonces, ¡reza!. Recurre a Dios con humildad y simplicidad de corazón, sin miedo de perder la fe por orar y no ser atendido. Pide con la confianza de recibir: “¡Señor, sáname!, ¡Señor, ayúdame! Señor, dame esta gracia…” Así de simple.

¿Ya te has preguntado por qué muchas veces nos sentimos tristes y oprimidos? Es porque la vida se vuelve un peso en la medida que miramos más hacia nuestros problemas, dolencias y pecados que al mismo Jesús. El prometió ayudarnos sin jamás abandonarnos (cfr. Mt 28,20) Existen personas tan desesperadas por conseguir lo que quieren que no consiguen percibir que Dios tiene algo mucho mejor para darles. Las mayores sanaciones de los evangelios sucedieron cuando las personas dejan de mirarse a sí mismas y comienzan a mirar a Jesús. Entonces, ¡hagamos eso mismo!

Podemos decir que la confianza es desmedida cuando dejamos de poner límites a la acción de Dios y, sabiendo que El quiere curarnos, permanecemos firmes con la certeza de que “fiel es Aquel que nos llamó y ha de realizar aquello que prometió” (cfr. 1 Tes 5,24)

La Palabra de Dios nos hace seguir cuando hasta los hechos cooperan para desanimarnos Ella nos provee de la fe. Y, al creer, nos vemos envueltos por la bendición del Señor. Eso fue relatado de una forma muy emocionante por una joven madre, a quien Dios amparó en una gravidez complicada. En fin, las propias dificultades operaron en favor de la vida de su bebe:
“Soy Daniela y en febrero de 2016 quedé embarazada. Todo estaba bien hasta que a los tres meses de gestación tuve un sangrado. Pasados seis meses, tuvo otro y esta vez quedé internada. Descubrieron que existía una herida en el cuello del útero y quedaron sorprendidos pues, generalmente, quien tiene esa herida no consigue llevar la gestación hasta el fin. Ha partir de entonces fue considerado como un embarazo de riesgo y se volvió normal el sangrando. 
Fue cuando ya sin esperanza, oí explicar un trecho de la Palabra de Dios que trajo Fe a mi corazón. Con todo, lo que más me impresionó fue que todas las veces que predicaba, el bebe saltaba y quedaba agitado en mi vientre -el hecho es que fuera de eso el bebe casi no de movía. Comencé a acompañar las prédicas y oraciones, lo que fue una bendición. Cada mes fue una lucha. Tuve que permanecer en reposo. Y ya al final de la gestación un susto: el bebe no estaba ganando peso.
La Palabra de Dios fue mi esperanza y mi seguridad para todos los problemas que surgieron en el parto. Mi hijo nació el 2 de noviembre de 2016, el parto fue normal y el cordón umbilical era bastante corto. En razón de lo que me explicaron en el hospital pude comprender que los caminos del Señor no son los nuestros, pues si el bebe hubiese ganado mucho peso en el embarazo el cordón se rompería y el no sobreviviría. Si el cordón fuese un poco menor, mi hijo podría haberse sofocado durante el parto y morir. Pero Dios, que conoce todo, aseguró a mi hijo en el vientre y permitió que él naciese”.

3) PEDIR PERDÓN

El pecado es siempre un mal. El estorba para que la persona no experimente en su vida el amor de Dios. Se trata del peor sabotaje porque nos desvía de los planes del Señor para nuestra felicidad. El pecado acaba con la paz al mismo tiempo que planta en lo íntimo del ser humano la semilla de la discordia. El es fuente de desunión y desequilibrio que toca y enferma al individuo. No toda enfermedad es fruto directo del pecado, pero todo pecado es un generador y un mantenedor de enfermedades. Tanto es así que Jesús, después de sanar a un paralítico, le dijo: “Mira, estás curado. No peque más, para que no te suceda algo peor” (Jn 5,14)

Un sacerdote amigo mío contaba sobre la fuerza extraordinaria guardada en el arrepentimiento. Le pidieron visitar una familia donde dos hijas cuidaban de un padre anciano en estado vegetativo. Estaba así hacía más de dos años. No abría los ojos, no se movía, ni daba señal alguna de mejoría. Después de administrarle la Unción de los enfermos, fue a conversar un poco con las dos mujeres. Cuando estaba por salir, sintió que debía volver y despedirse de aquel moribundo. Luchó un poco pues no parecía muy lógico despedirse de alguien que estaba inconsciente.

Mientras tanto, nuevamente en la habitación, colocó las manos sobre la cabeza del anciano y le dijo:
-Señor, soy el sacerdote. ¡Vine a decirle que tenga paz! Dios le ama y le perdona. El sabe todo. Sus hijas están aquí y también le perdonan. ¡Permanezca en paz! Perdone a sus hijas pues ellas ya lo perdonaron.
En ese mismo momento, aquel padre abrió los ojos y comenzó a balbucear. Sus ojos llenos de lágrimas corrieron en dirección a la puerta donde estaban sus dos hijas. Fue un momento muy fuerte de arrepentimiento y perdón. Los cuidados con el anciano fueron redoblados, pero a la semana siguiente, el hombre encontró definitivamente la paz. Partió junto a Dios.

Mi amigo el sacerdote fue llamado para hacer la Exequias. Al aproximarse al velorio las dos hijas del fallecido vinieron a su encuentro radiantes y repetían:
-Padre, nuestro papá quedó como nuevo otra vez.
-¿Cómo es eso? ¿Cómo que quedó nuevo otra vez?
-Venga a ver!
El sacerdote me contó que el fallecido realmente parecía 30 años más joven en comparación con el día en que rezó por él.

Cuando rompemos con el pecado y pedimos perdón sinceramente, la gracia de Dios nos libera, renueva nuestro interior y nos llena de paz.

Recemos:
“Señor, tengo horror a todos mis pecados, porque ellos me apartan de ti y me vuelven insensibles a tu amor. Quiero recibirte, Oh Dios, en mi corazón y andar siempre contigo, por eso me propongo, con el socorro de Tu Espíritu Santo, parar con mis pecados, evitar las ocasiones, reparar los males que hice y nunca más cometerlos. ¡Amén!

Marcio Mendes
"Pasos para la sanación completa" Ed. Canción Nueva
adaptación del original en portugues

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