RECONOZCO TU AMOR Y TU BONDAD
“Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.
Salmo 99, 3-5
Reconocer la bondad de Dios abre nuestra inteligencia y nuestro corazón para acoger sus gracias y sus planes de amor para nuestras vidas. Agradecer es indispensable para que seamos curados y crezcamos espiritualmente. Más aún: cuando perseveramos en la oración de alabanza y de acción de gracias, sobre todo en los momentos en que no tenemos ningún deseo de rezar, ese esfuerzo conduce a la presencia de Dios y nos fortalece. Además el Señor nos ama, El quiere nuestro bien y merece nuestra alabanza.
Aún cuando nuestra oración no acreciente nada en Dios, Él quiere que lo alabemos y agradezcamos porque eso nos hace bien, nos libera del pesimismo y genera alegría en nosotros.
Agradecer a Dios es asumir el bien que El nos hace; es admitir que sin Él nuestra vida es una infelicidad y un fracaso. Por lo tanto, es preciso un poco de cuidado para no confundir alabanza y agradecimiento con conformismo barato o con autoanulación.
Algunos por el deseo de mostrar a los otros que aceptan todo lo que les sucede, adoptan una postura infeliz que llega a irritar y ofender a las personas. Agradecen por todo lo que les sucede, como si quisieran convencerse y convencer al mundo de que son intocables -que ningún mal puede afectarlos-.
En su Palabra, Dios no nos manda estar contentos “con todo”; sino “a pesar de todo”. Llega a ser deshumano pensar que el Señor quiere que encontremos bueno y agradezcamos por las cosas malas que pueden surgir en nuestras vidas. Existe una gran diferencia entre “agradecer por todo” y “agradecer en todas las circunstancias”. Por ejemplo: No agradezco por haber pecado; sino porque en medio de mi pecado, Dios no me abandonó. No agradezco por el accidente que tuve, sino porque Dios me dio fuerzas para sobrevivir al dolor o superar la pérdida que aquel accidente me causó.
Cuando tenemos la fuerza del Espíritu Santo, todo lo que nos sucede encuentra un sentido para nuestro bien y para nuestro crecimiento. También por esa razón, Jesús nos avisa que tengamos cuidado con el demonio. La obra del espíritu maligno es querer hacernos olvidar, robarnos, el sentido de la vida por medio de la mentira y así conducir a la persona a la revuelta, al desánimo y a la muerte.
Nuestra felicidad no se basa en la ilusión de que Dios solo permitirá que nos sucedan cosas buenas -eso es una tentación y un desvío-. Una persona se vuelve feliz en la medida en que se afirma en la certeza de que Dios irá siempre a ampararlo en los momentos mas difíciles. No somos felices por tener una vida sin sufrimientos, sino por la certeza de que tendremos protección y ayuda siempre que necesitemos. Es por eso que alabo. Por eso agradezco. Es en eso que reconozco el amor y la bondad del Señor.
Algunas veces, no conseguimos alabar a Dios porque tenemos el corazón bloqueado por las heridas y por la decepción. El corazón agobiado por la tristeza tiene dificultad para reconocer las cosas buenas que le sucedieron. Todos hemos pasado por eso y ya sufrimos mucho en la vida. Es importante encontrar una manera de desarmar y librarnos de las tristezas y demás basuras emocionales. Dios va a ayudarnos.
Pero, antes, me gustaría proponer algunas experiencias muy simples y restauradoras: abre la ventana de tu sala y siente el sol de la mañana golpeando en tu rostro, respira hondo, deja a la brisa suave perfumar tu día; abraza a tu hijo bien fuerte, siente el olor de él; toma un cafecito con alguien a quien ames, entra en contacto con un amigo querido solamente para oír su voz; recuéstate sobre el césped y cuenta las estrellas del cielo; deja de pensar en desgracias y comienza a pensar en cuanto Dios te ama, que El te perdona y te protege; encuentra el motivo para agradecer y después… Alábalo por tantas y tantas bendiciones.
Existe una fuerza común en las personas agradecidas: son más firmes, más serenas, no se quiebran fácilmente, poseen la capacidad de ver la vida más allá de las apariencias, y contagian a muchos con la confianza que tienen en los planes de Dios.
Existe siempre algo que nos es dado y por lo cual vale la pena agradecer. Existen siempre más gracias por reconocer que desgracias para lamentar. Y lo mas interesante es que cuando estamos llenos de gratitud, eso desencadena un proceso de sanación en nosotros.
El secreto para tener pensamientos más saludables, para alcanzar más gusto por la vida, para volvernos más maduros afectivamente y espiritualmente, o para reconstruir una vida despedazada por el dolor y reconocer sinceramente que Dios es bueno y que nos ama, es alabarlo con palabras y actitudes. ¿lo hacemos juntos?
Haz la próxima oración en voz alta. Abre tu corazón y abandónate en las manos de Dios. Deja al Espíritu Santo conducirte. En los próximos minutos, experimenta maravillarte con la bondad y el amor de Dios.
Oración de reconocimiento y gratitud a Dios
Mi Señor y mi Dios, yo te alabo con todo mi corazón. Y, con todo lo que hay en mi, bendigo tu Santa Presencia. ¿Como podría olvidar tanto bien que tú, Señor me has hecho? Todos los días recuerdo, Señor, tu bondad.
Te bendigo porque tu perdonas mis pecados. Te Bendigo porque me curas de todas mis fragilidades, sanas mis dolencias y me levantas de toda enfermedad. Te alabo, Señor, porque no existe nadie como Tú que salvas mi vida de la muerte y me rodeas de bondad y de misericordia.
Son incontables, mi Dios tus cariños. ¡Cuánta cosa buena, cuánta gente de bien Tú, Señor, hiciste entrar en mi vida! Yo estaba cansado, perdido, desgastado y tu me renovaste. ¡Alabado seas, mi Señor!
Gracias Padre amado, por todas las veces en que yo fui juzgado, humillado y oprimido y tú Señor, tomaste mi defensa. Tú Señor eres mi defensor, es por eso que no tengo que temer. ¡Alabanzas y glorias a Ti!
Que Tu Nombre sea exaltado, que todos escuchen y se alegren conmigo, porque Tú, Señor, eres el Dios que muestra el camino cuando ya no sabemos qué hacer. Yo estuve perdido y tú Señor me iluminaste, no sabía qué hacer y tú, Señor, me revelaste, me diste entendimiento y me hiciste ver el camino que debía seguir. ¡Glorias y alabanzas a Ti, Señor!
Mi Dios, ¡cuán bueno eres, Señor! Cuán verdadera es Tu Palabra que dice que Tú no te irritas fácilmente, que estás lleno de perdón y de ternura. Gracias por haber esperado por mi, por haber tenido paciencia conmigo, por corregirme con blandura y por disolver mis faltas en el océano infinito de tu misericordia.
Señor, te alabo porque si es grande mi pecado, mayor todavía es tu amor por mi. Te Bendigo porque Tú, Señor, me corriges por mi bien y salvación y nunca me abandonas, pues eso sería mi perdición.
La inmensidad del universo es pequeña comparada con la misericordia que tienes por aquellos que te buscan. Eres bueno conmigo, mi Señor. Eres misericordioso, y apartaste de mi vida al maligno y todo lo que me maldecía.
Despedazaste mis pecados de una vez por todas. Como un padre lleno de amor cuida de su hijito, tú, Señor, has cuidado de mi y me has liberado. Se que renuevas mis fuerzas en este exacto momento. Yo creo. ¡Glorias y alabanzas a ti, Señor!
Señor, sí, soy frágil y limitado, mi vida sin ti es como una llama que se apaga. Lo que me sustenta, mi Dios, es tu poder salvador, es tu misericordia siempre pronta a socorrerme. ¡Como podría no alabarte, ni reconocer tu amor si veo que desde que recurrí a ti, tu no solo me proteges a mi, sino a toda mi familia!
Señor, te alabo. Reconozco tu supremacía y tu autoridad sobre mi vida.
Con tus santos ángeles, valientes guerreros, siempre fieles a tu Palabra, te bendigo. Con todos aquellos que te aman y están siempre dispuestos a obedecerte, te alabo.
En todo momento, en todo lugar, y de todo corazón proclamo: ¡Bendito seas, Tú, mi Señor y mi Dios!
¿Es posible alabar a Dios ininterrumpidamente?
Creo que sí: haz de la mejor forma posible lo que tienes que hacer
Y estarás alabando a Dios continuamente.”
San Agustín
Marcio Mendes
Pasos para la sanación interior completa
Editorial Canción Nueva.
Adaptación del original en portugues
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