martes, 6 de febrero de 2018

RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Marcos 7,1-13.

Evangelio según San Marcos 7,1-13. 
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...' En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!". 

RESONAR DE LA PALABRA

José Luis Latorre, misionero claretiano
Queridos hermanos:
Jesús nos enseña que en la vida hay cosas esenciales y cosas secundarias, y que éstas nos pueden desviar de lo que es verdaderamente importante y da sentido a la vida. Ciertamente cumplir unas normas, realizar ritos o ceremonias, practicar unas costumbres de tradición está bien y nos da seguridad. Pero, ¿es eso lo más importante en nuestra vida? Si fuera así haríamos como los fariseos cuyos preceptos y normas son “tradición de los antiguos”, “tradición de los hombres”, “tradición vuestra” como dice el Evangelio de hoy, es decir ellos las han hecho y se las han trasmitido a sí mismos. Es verdad que todos podemos olvidarnos de las cosas esenciales y obsesionarnos por las cosas secundarias y no ver más allá; incluso podemos convertir lo secundario en fundamental.
En tiempos de desorientación como los nuestros puede sorprendernos la tentación de ir a la caza de seguridades y adherirnos a prácticas, ceremonias y costumbres “antiguas”, a “los maestros de antes”, a “lo nuestro” pensando que así somos fieles a Dios y no querer saber nada de los aires nuevos que el Espíritu está soplando.
La vida de Jesús fue de cosas sencillas y fundamentales: la amistad, la solidaridad, la justicia, la misericordia, el compartir, el trabajo de cada día, la simplicidad en el vestir y comer, el descanso, la sobriedad… Jesús vivió la vida desde dentro, desde el corazón que estaba fuertemente anclado en el Padre Providente que cuando creó el mundo “todo lo hizo muy bien”. Jesús nos descubrió que del corazón del hombre sale lo bueno y lo malo; que la persona tiene la capacidad de transformar lo bueno en malo y lo malo en bueno. Y la vida de Jesús es Evangelio, es decir la Buena Noticia predicada con palabras y obras. Es el Evangelio de la grandeza de las cosas pequeñas y sencillas de cada día que todos podemos hacer sin complicaciones. Pero todo esto vivido desde un corazón que cree que Dios Padre se alegra y goza cuando las personas vivimos y disfrutamos de todo lo que Él ha hecho; un Dios Padre que quiere que todos –sin exclusión ni diferencia- disfruten de la obra de su creación; un Dios Padre que hace salir el sol sobre buenos y malos, y envía la lluvia sobre el campo del justo y pecador, porque todos son sus hijos y a todos ama igualmente.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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