Marcos 4, 27
Cuando nos enteramos de cuántos problemas plagan la vida, a veces nos preguntamos si Dios sigue controlando lo que sucede en el mundo. Estas dudas quedan disipadas cuando leemos la parábola de la semilla de mostaza, en la cual Jesús dice que la semilla brota aunque el labrador esté durmiendo. El Reino de Dios está escondido en el mundo, pero el Altísimo lo hace crecer de un modo misterioso e invisible.
El labrador confía que después de preparar el terreno y sembrar, la semilla produzca una cosecha “sin que él sepa cómo”. Se limita a hacer su parte y espera que la naturaleza haga el resto. Del mismo modo, podemos confiar que el Reino de Dios está creciendo en nuestro medio. Hacemos lo que podemos para prepararnos para él (Marcos 4, 14-19) y con el tiempo, Dios lo hará fructificar. Si somos obedientes, el Señor nos usará como instrumentos para cumplir su obra. El Reino crece a medida que Dios lo hace crecer, tal como la semilla brota sin la ayuda del labrador.
Por eso hay que meditar sobre las parábolas de Jesús con la mente y el corazón. La parábola del sembrador representa la vida de la Iglesia, porque al tratar de vivir santamente y difundir el Evangelio, estamos cultivando, sembrando y regando. Dios mismos ve nuestro trabajo y bendice el esfuerzo que hagamos; así, tal como sucede con la semilla de mostaza, la fidelidad al Señor producirá abundante fruto, es decir que el Señor bendice la fe de su pueblo para que la Iglesia crezca hasta transformarse en un lugar al cual muchos vienen buscando descanso y consuelo del vacío y del pecado del mundo.
La Iglesia es un refugio para los necesitados: pobres, solitarios, enfermos, presos, oprimidos y todos los que sufren por proclamar la palabra de vida. La obra de Dios siempre se reconoce en la cosecha, pero también hay que reconocerla antes; no es el trabajo nuestro el que edifica la Iglesia, sino la obra impulsada y guiada por el Espíritu Santo.
“Padre celestial, concédenos la gracia de confiar en ti, hacer tu voluntad y confiar que tu amor perfecto establecerá el Reino prometido.”
Ezequiel 17, 22-24
Salmo 92(91), 2-3. 13-162 Corintios 5, 6-10
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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